El primer gemelo digital de un Estado entero fue completado por Singapur en 2021. Imagen: Singapore Land Authority
En el segundo capítulo de la primera temporada de la serie Merlí, el protagonista, quien es un profesor de filosofía, intenta explicar el mito platónico de la caverna a un alumno agorafóbico. Merlí (Francesc Orella) toma una caja de madera, apaga la luz del departamento y enciende una veladora. Entonces coloca tres figuras dentro de la caja y un muro detrás de ellas. Le dice a su alumno que aquello es una cueva y que las figuras representan a hombres encadenados, quienes sólo pueden mirar hacia adelante.
En este mito, incluido en el libro VII de la República de Platón, se indica que los hombres están condenados a observar las sombras que la luz del fuego proyecta sobre la pared de la caverna. Su mundo se resume a esa limitada pantalla de piedra, la cual es manipulada por otras personas.
“Los hombres que mantienen el fuego mueven unas figuras por encima del muro que se proyectan en la pared de la cueva. ¿Lo ves? Los prisioneros piensan que las sombras que ven reflejadas son la realidad, porque es lo único que pueden ver”, explica Merlí a su alumno.
Entonces uno de los hombres se libra de sus cadenas y sale al exterior. La intensidad del sol lo ciega, pero poco a poco se acostumbra a la luz. Así descubre que la realidad corresponde al exterior y no a las sombras proyectadas en la cueva.
El investigador lagunero Leonardo Nahle Ortíz pone de ejemplo la alegoría platónica para abrirse camino hacia el concepto de smart city o ciudad inteligente, con el cual las urbes podrán salir de su caverna platónica y así atender las exigencias y necesidades del siglo XXI, a través del empleo masivo de datos o big data.
El CONCEPTO
La expresión smart city es un concepto emergente, empleado para referirse a un sistema complejo e interconectado, el cual aplica las nuevas tecnologías con el fin de gestionar procesos desde el funcionamiento de los servicios de transporte público, el eficiente uso de recursos energéticos e hídricos, temas de protección civil e incluso aspectos socio-económicos como la apropiación de los espacios públicos, así como el tejido social, el comercial y los modelos de comunicación.
Es decir, una smart city es aquella capaz de identificar las necesidades de los ciudadanos y responder a sus demandas. Cabe señalar que no es un concepto nuevo; un informe de la consultora Deloitte realizado en 2015, muestra varios modelos en los que puede desarrollarse una ciudad de este tipo. Algunos de ellos son medio ambiente, movilidad, gobernanza, economía, personas y vivienda. La metrópoli deberá sintetizar estas categorías y así aspirar a la eficiencia y a una perspectiva ecológica.
Además, según Nahle Ortíz, el modelo de gobernanza de las smart cities está relacionado con la forma como la información de los ciudadanos es capturada y procesada, para que quienes estén en el poder puedan tomar mejores decisiones.
“La gente es el común denominador de todo esto. Los ciudadanos tenemos que encontrar otra manera de hacer ciudadanía. Uno no es ciudadano sólo porque paga impuestos, va a votar y saluda a la bandera. Hay muchas maneras de colaborar en comunidad”, agrega el investigador.
LAS PUNTAS DE LANZA
“Todo mundo en Nueva York sabe que hay más autos que espacios para estacionarse [...] Es como el juego de las sillas, excepto que todos se sentaron alrededor de 1964”, señalaba el comediante Jerry Seinfeld en uno de sus stand ups, en 1992. No es noticia que el tráfico en la Gran Manzana ha sido un dolor de cabeza para sus habitantes desde hace décadas, por lo que tampoco es de extrañarse que una vez que hubo la tecnología para desarrollar smart cities, uno de los primeros rubros en que se aplicó en Nueva York fue la movilidad.
Hoy día la ciudad posee sensores que permiten a los conductores localizar, a través de aplicaciones móviles, espacios para estacionarse. Además cuenta con señalamientos electrónicos que se ajustan según las condiciones del tráfico, pues reciben datos en tiempo real. Por ejemplo, si hay un accidente en una intersección, lo anuncia y ofrece vías alternas.
Los servicios públicos también han mejorado gracias al uso de nuevas tecnologías. La gestión de residuos se hace recabando información de los contenedores y trazando las rutas más rápidas (y con menor gasto de combustible) para recolectar la basura únicamente de los puntos donde es necesario. Los ciudadanos pueden, asimismo, reportar o recibir anuncios de anomalías en los servicios mediante NYC311, la app oficial de la urbe.
A través de ella los usuarios pueden saber si las escuelas públicas están cerradas o si los parquímetros están suspendidos, por ejemplo. También pueden “obtener ayuda con el ruido, la calefacción o agua caliente, plagas de ratas, calles o banquetas nevadas, y más”, según se lee en la página oficial de la aplicación.
Otra ciudad que ha integrado la tecnología, incluso en más aspectos que Nueva York, es Singapur, que desde el año 2014 comenzó su transformación con la iniciativa de Nación Inteligente. Ahora cuenta con servicios de salud remotos y herramientas digitales en las escuelas, así como un avanzado sistema de transporte que incluye vehículos autónomos. La seguridad se ha visto altamente beneficiada por cámaras y sistemas de procesamiento de datos. Estos últimos permiten analizar los incidentes registrados para detectar tendencias en crímenes, lo cual ayuda a prevenirlos.
Cabe destacar que hay un distrito empresarial, Punggol, que está equipado con tecnología de punta para la sostenibilidad ecológica y para facilitar las actividades cotidianas de quienes ahí laboran.
El crecimiento urbano de Singapur, además, está planeado bajo un sistema de “gemelos digitales”, es decir, de reproducciones computarizadas que son idénticas a la urbe real. Con ellas se pueden hacer proyecciones y simulaciones para decidir sobre el futuro de la ciudad-Estado.
EL CASO LATINOAMERICANO
Podría pensarse que estas tecnologías inteligentes son exclusivas del llamado primer mundo, pero no es así. Es larga la lista de urbes latinoamericanas que han dado pasos para ser inteligentes; entre ellas destacan Medellín, Santiago, Buenos Aires y Panamá. Todas ellas han impulsado sistemas de transporte inteligente y han establecido métodos tecnológicos para una mejor gestión pública.
En México todavía son pocas las iniciativas de este tipo; incluso parecerían utópicas en muchos lugares, sobre todo cuando se mira alrededor y lo que hay son unidades de transporte público desvencijadas, calles con baches y servicios deficientes. Sin embargo, no es necesario que una ciudad no tenga este tipo de problemas para que la tecnología favorezca a su población. De hecho, sería provechoso que las herramientas digitales se integren en los proyectos públicos para subsanar poco a poco el retraso administrativo y de desarrollo urbano que padece, en general, Latinoamérica.
Por lo pronto, por ejemplo, Ciudad de México ganó un premio por parte de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) por la mejor iniciativa de conectividad del mundo. En este territorio se colocaron 14 mil postes de C5 (que además cuentan con botón de pánico), 96 puntos de conectividad en plazas públicas y hospitales, y 154 pilares con 200 megas de velocidad. Se trata de una visión que reconoce la utilidad que representa para la población el acceso a Internet gratuito.
No parece lejano el punto en que la tecnología deje ser vista como un lujo de ciudades ricas y se perciba como una herramienta necesaria para una mejor gobernanza y ciudadanía.