Sor Juana y la Virgen en Navidad
En la obra poética de Sor Juana dedicada a la Navidad, villancicos, romances, letras sacras, glosas, homenajes, etcétera, ocupan muchos espacios en los que la Virgen es protagonista. De pronto —lo digo por exagerar— parece que esas obras hubieran sido concebidas por una feminista contemporánea dada la inclinación hacia la Virgen y la subestimación de su hijo.
Entre sus romances sacros, en uno dedicado a la Encarnación —las mayúsculas son de respeto al culto—, un enviado del cielo desciende a pedirle a la Virgen su aprobación para ser la privilegiada madre. Sor Juana lo dice así: “Un Arcángel a pedir / bajó su consentimiento / guardándole en ser rogada / de Reina los privilegios”.
La exaltación de la Virgen por ser la elegida aparece en la primera estrofa donde, mediante una disyunción (pero), la presencia de Jesús entre los humanos hace decir a Sor Juana que, gracias a que la Virgen también surge entre la humanidad, el cielo es superior. Escuchemos a nuestra poeta de Nepantla: “Que hoy bajó Dios a la tierra / es cierto; pero más cierto / es que bajando a María / bajó Dios a mejor cielo”.
Quizá sea el contexto de las demás estrofas lo que me indujo la hipérbole. Véase cómo en la penúltima cuarteta del romance Dios es autoritario con el hijo y, en cambio, usa suave solicitud con la madre: “¡Oh grandeza de María / que cuando usa el Padre Eterno / de dominio con su Hijo / use con ella de ruego!”
Por otro lado, en el villancico “VI, jácara”, del Segundo nocturno, la fiesta del nacimiento de Jesús es por la madre más que por el hijo. En las primeras cuartetas Sor Juana presenta a una niña bajo el cuidado directo de Dios a causa de la misión que le tiene preparada. Así suenan sus melodiosos versos en el tema:
“Antes que todas las cosas / érase una hermosa Niña / de los ojos del Criador / graciosamente prevista // que habiendo de ser de un Dios / Humanado, Madre digna / fue razón que ni un instante / se apartase de su vista. // Para ser de los mortales / la defensa, fue escogida / siendo la pura Azucena / de la hoja blanca y limpia”.
Después de las tres estrofas anteriores en las que sabemos que la Niña es escogida y protegida por Dios y que además su destino es ser escudo protector de los mortales, siguen otras tres cuartetas en las que Sor Juana muestra cómo la prefigurada Virgen fue preservada por Dios de los ataques de la Serpiente. En seguida se dice el destino de guardiana que le espera, por supuesto pertrechada con la gracia de Dios: “Para estas empresas, tanta / gracia Dios le comunica / que siendo pura criatura / Mujer parece Divina”.
En seguida, dos estrofas hablan de la pureza de la privilegiada y en la final, ya Virgen protectora, Sor Juana la menciona como beneficiaria del fandango de danzas, cantos y música del villancico-jácara: “De Ésta, pues, a quien los fieles / invocan Madre benigna / es la fiesta, y es el canto / de esta mi jacarandina”.
Como colofón puntualicemos que la jácara o jacarandina es, según la Real Academia Española, un vocablo de germanía y que esta palabra significa “jerga o manera de hablar de ladrones y rufianes, usada por ellos solos y compuesta de voces del idioma español con significación distinta de la verdadera, y de otros muchos vocablos de orígenes muy diversos”.
Los villancicos, como los escritos por Sor Juana, eran canciones populares, de villanos, es decir, de gente de las villas, no de las cortes. Los compuestos para las festividades religiosas se desarrollaban sin vulgaridades, sin germanías en sus historias. Sólo que por la forma de arte popular y por el propósito para el que se componían, los villancicos sacros, aunque eran de vocabulario honesto, se les mencionaba como jácara o jacarandina. Sor Juana era gran admiradora de las expresiones populares, lo que se nota no sólo en los villancicos.