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Reportaje

Stephen King, el legado del Rey del Terror

Se trata de uno de los autores más prolíficos de nuestra era, con al menos 65 novelas, antologías de cuentos, sagas, series de televisión y películas escritas; todos ellos abordando el miedo tanto a lo sobrenatural como a los horrores de la realidad.

Foto: Bangor Daily News

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J.A. ROBLES

Llegó octubre, el mes en que las nubes se forman más oscuras en el cielo nocturno. En que las brujas y los diablillos salen de sus escondites para hacer travesuras. El mes en que lo macabro se junta con lo divertido, y lo divertido, a veces, se vuelve macabro. Y para estas fechas conmemoraremos a aquel que ha sido llamado a través de las puertas de lo extraño, lo silencioso y lo nocturno. El hombre que ha protegido a la Torre Oscura durante tanto tiempo y que amenaza con volver a sus pasillos, donde el pistolero espera pacientemente. Hablamos del Rey del Terror: Stephen King. 

Nacido en 1947 bajo el nombre de Stephen Edwin King, en Portland, Maine (el mismo Maine de sus novelas), es un autor que ha vendido más de 400 millones de ejemplares. Aunque los críticos y académicos literarios lo llaman “comercial” y menosprecian su carrera, es King quien puede reír al final a carcajada suelta, tanto así que él mismo ha pedido que le cobren más impuestos al contar con un repertorio de más de 65 novelas, sagas de libros, cuentos, artículos, series de televisión y películas. 

Pero, ¿cómo llegó este hombre a ser lo que es? Tomen asiento en su sillón favorito, apaguen la luz, pero dejen una lámpara encendida para que puedan seguir leyendo, tengan a la mano su bebida caliente preferida, dejen que la noche engulla a la seguridad que la luz provee. Permítanme contarles una historia sobre un niño enfermizo que conoció a los monstruos que se ocultaban bajo su cama, entre la ropa dentro del closet, detrás de la puerta y en el reflejo de su propio espejo. 

LOS BARRENS 

Podría decirse que la vida de Stephen quedó marcada a los dos años de edad, luego del abandono de su padre, pues esto orilló a su madre a trabajar y viajar demasiado. Según él mismo, en su libro Mientras escribo (2000), “no sabía si su madre viajaba para trabajar o trabajaba buscando a su padre en esos viajes” y, por consiguiente, King usaba mucho su imaginación como modo de entretenimiento. Años después, el pequeño Stephen enfermó y esto lo obligó a reposar mucho tiempo en cama, lo que le dio una oportunidad única para su esponjosa mentecilla al acercarse a la lectura. Su madre lo dejaba leer cómics de todo tipo: suspenso, acción, terror, que le permitían conocer, explorar y le obsequiaron el mayor regalo de todos: el hambre por escribir lo propio. 

Stephen King en su infancia, el 4 de julio de 1952. Foto: Flickr
Stephen King en su infancia, el 4 de julio de 1952. Foto: Flickr

King comenzó copiando lo que más le gustaba de sus autores, de sus cómics y sus series favoritos. Pasaba horas enteras recreando, hasta que le mostró a su madre un cuento corto, pero al ver que era casi igual al de una de sus revistas favoritas, ella, Nellie Ruth Pillsbury King, le dio el mejor consejo de todos: “Escribe lo tuyo, Stevie”. Esas palabras hicieron eco en el autor. 

Durante una tarde calurosa de 1954, los hermanos King paseaban por los terrenos que se encontraban en la parte posterior del edificio de departamentos al que acababan de mudarse. Caminaron por minutos enteros, pasando por el cementerio de chatarra para llegar a los lindes de un bosque dividido por las vías del tren. Ambos veían cómo el terreno se expandía a lo largo, inexplorado, prometiendo aventuras para tener siempre en la memoria. 

David y Stephen darían vueltas por ese lugar hasta, incluso, intoxicarse accidentalmente con unas hojas. Años después, ese episodio, pero sobre todo el territorio en que ocurrió, le traería a King una idea sobre unos niños corriendo y vagando por un bosque que colindaba con una vía de tren y un río, al cual llamaría Los Barrens dentro de las páginas de la novela Eso (1986).

Durante la mayor parte de su educación básica, King siguió escribiendo cuentos cortos que eran incluidos en el periódico escolar clandestino que editaba su hermano David, y muchas veces llegó a cobrar por algunas de sus historias. Se dice que el negocio no se extendió muy lejos luego de que algunos profesores se enteraran del trueque. 

Pero eso no detendría al joven escritor, así que comenzó a mandar textos a diferentes revistas, desde las del Washington Post o del New York Times hasta la Playboy. Por un tiempo, muchas no se mostraron interesadas en su contenido. Pero el autor alcanzaría la gloria temporal gracias a una de ellas, un fanzine dirigido por Mike Garret. Sus primeros dólares ganados en la profesión. 

EL RESCATE DE CARRIE 

Tiempo después, King comenzó un trabajo de medio tiempo como conserje escolar para poder pagar sus estudios en la universidad, donde, por cierto, conocería a su actual esposa, la también escritora Tabitha King. 

Tabitha y Stephen King en 1999. Foto: GettyImages/ Ron Galella
Tabitha y Stephen King en 1999. Foto: GettyImages/ Ron Galella

Durante una de sus rondas de limpieza, a Stephen le tocó entrar al baño de mujeres. Esperaba encontrar un portal interdimensional, tal vez, pero la sorpresa fue diferente. Dentro de la cultura estadounidense, los jóvenes entran a las duchas a bañarse después de los cursos deportivos, así sin pena ni bochornos; en el caso de los baños de hombres, como dijo King, “no había separadores ni cortinas que taparan nada. Pero en el de las mujeres sí había cortinas separadoras y, además, un dispensador de tampones”. Esto último llamó mucho la atención del joven, y empezó un cuento en donde una niña a quien le llegaba su regla en las duchas tenía un ataque de pánico, pues no sabía de qué se trataba, y las compañeras, al darse cuenta, de un modo cruel comenzaban a lanzarle tampones. 

A King le gustó la idea, pero aún le faltaba algo más. Fue entonces cuando, viendo un noticiero, escuchó sobre la telequinesis como un modo de poltergeist. Las niñas que estaban pasando por la adolescencia eran más propensas a desarrollarlo. Stephen encapsuló la idea hasta poder unificarla como un todo. 

Él y Tabitha se casaron en 1971. En ese entonces, el escritor trabajaba a medio tiempo en una lavandería; de ahí surgirían un par de cuentos y una novela corta. Pero antes de eso, King se revolcó en sus recuerdos y sacó aquella historia que se le había antojado interesante: la chica pálida e introvertida con poderes de telequinesis. Sin embargo, el relato no le convencía. Escribía, borraba, destrozaba, hacía bolas de papel con lo escrito y las desechaba. Hasta que terminó su primer borrador y, aun así, decidió tirarlo a la basura y olvidarse de él. Aquí es donde Tabitha se volvió una heroína para millones de lectores al salvar de la basura a la historia de la chica White. 

El mismo Stephen siempre ha dicho lo importante que fue, es y será su esposa; lo ha ayudado en infinidad de situaciones, desde su alcoholismo hasta el accidente que involucró una Dodge Caravan. 

Aquella sería la primera vez en que Tabitha no se equivocaría con respecto a sus libros. “Este es especial”, le dijo. Y rescataron a Carrie White de un final diferente. 

Enviaron el manuscrito a una editorial y se olvidaron del tema. Tiempo después, llegó la primera oferta por la historia de Carrie, su madre, el bullying y la masacre escolar. Aunque el pago era bajo, lo mejor estaba por venir con los derechos de autor. Fue cuando el cohete llamado Stephen despegó con la potencia suficiente para avanzar por tiempo ilimitado. 

La actriz Sissy Spacek interpreta a Carrie White en la adaptación de la novela Carrie para la gran pantalla, en 1976.
La actriz Sissy Spacek interpreta a Carrie White en la adaptación de la novela Carrie para la gran pantalla, en 1976.

Tristemente, mientras Carrie (1974) despegaba para convertirse en un hit literario, la madre de King falleció de cáncer de útero. Tanto Dave como Stephen estuvieron presentes en su lecho de muerte, escuchando sus últimas palabras en medio de una dolorosa sonrisa: “Mis niños”, dijo. Después, nada. 

LA TORRE OSCURA 

Después de Carrie vinieron otros éxitos dentro de la carrera de King, lo que lo llevó a dedicarse enteramente a escribir y dejar de lado sus trabajos de medio tiempo. El misterio de Salem’s Lot (1975) llegó con el poderío de una novela de vampiros. “Quería saber qué haría un conde como Drácula en tiempos actuales”, explicó el propio autor, y lo que nos dio fue una joya de terror sobre la llegada de un mal ancestral a un pequeño pueblo en Maine llamado Jerusalem’s Lot. 

Luego vino El resplandor (1977), la historia de una familia que se muda al gran hotel Overlook para que el padre, Jack Torrance, trabaje en su libro al tiempo que la hace de velador del lugar. Pero hay algo que se esconde entre las paredes del recinto, algo que quiere al pequeño Danny. La novela ha vendido millones de copias e incluso se hizo una película basada en ella, dirigida por Stanley Kubrick, que, dicho sea de paso, no es de las favoritas de Stephen. 

Después vendría Apocalipsis (1978), una historia sobre una pandemia fabricada en laboratorio que casi acaba con la humanidad y en donde los supervivientes deben enfrentarse a una nueva facción llena de odio, impulsada por un enigmático hombre llamado Randall Flagg. 

En la década de los ochenta, King tuvo que crear el seudónimo de Richard Bachman para poder escribir novelas del género noir, como Rabia (1977), Carretera maldita (1981), entre otras, pero el Rey aún tenía una historia ambiciosa que contar. 

A los 19 años, Stephen era un rebelde que trabajaba y estudiaba, salía al cine y leía mucho. Fue entonces que descubrió El señor de los anillos (1954), la épica de J.R.R. Tolkien, y tanto él, como toda una generación, estaban obsesionados con los hobbits, Mordor y el anillo único. Así que King quería hacer algo como lo que Tolkien había creado. Pero decidió esperar. Se había dado cuenta de que ya había muchos enanos y elfos caminando por la Tierra Media como para que él mismo intentara recrear El señor de los anillos, así que dejó que la musa descansara un poco. Por aquellos días, seguía viendo con mucha atención al mundo y escribiendo cuentos para distintas publicaciones. Entonces llegaría el turno de Sergio Leone, Clint Eastwood, Eli Wallach y Lee Van Cliff para inspirar la mayor épica del maestro del terror. 

Ilustración de la novela gráfica basada en La Torre Oscura. Ilustración: Marvel
Ilustración de la novela gráfica basada en La Torre Oscura. Ilustración: Marvel

Fue durante una función de cine en que se estaba proyectando El bueno, el malo y el feo (1966) —un spaghetti western dirigido por Sergio Leone y protagonizado por el vaquero por excelencia: Clint Eastwood—, que la inspiración azotó a King como una bofetada con la guía de teléfono. Entonces comenzó a idear el viejo y ruinoso camino hacia La Torre Oscura

Mientras en México tenemos la poderosísima frase: “Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo”, de la novela de Juan Rulfo, Pedro Páramo (1955), todo un clásico de la literatura, en Estados Unidos tienen “El hombre de negro huía a través del desierto, y el pistolero iba en pos de él”, del primer volumen de La Torre Oscura, llamado El pistolero (1982), que nos cuenta sobre Roland Deschain, un pistolero que busca llegar a la mítica torre, el centro del todo, el epítome de lo que mantiene a la realidad y al universo como un conjunto. El personaje está inspirado en el poema de Robert Browning, “Childe Roland to the Dark Tower came (Childe Roland a la Torre Oscura llegó)”, pero el resto de la épica de King es una maravilla de la fantasía, el western y el terror. 

LOS OTROS NOMBRES DE BOB GRAY 

Durante los ochenta, Stephen King tuvo una fuerte racha de novelas; entre ellas estaban Cujo (1981), Christine (1983), El ciclo del hombre lobo (1983) y Cementerio de animales (1983); a la par que Richard Bachman, su seudónimo, siguió publicando novelas como El fugitivo (1982), El talismán (1984) y Maleficio (1984). Fue una década de guerra y King la estaba ganando. 

Entonces llegó, en 1986, el absoluto terror a un pueblo llamado Derry, donde cada 27 años, Eso salía a comer. La trama principal de Eso (1986) gira en torno al pequeño Georgie Denbrough que, al perder su barco de papel en un día lluvioso dentro de una alcantarilla, conoce a un extraño payaso llamado Pennywise, quien atrapa al niño arrancándole un brazo, para luego jalarlo dentro de la alcantarilla y llevárselo, abajo, donde todos flotan. Después, su hermano Bill, quien no deja de cuestionarse sobre lo que le pasó a Georgie, comienza a indagar sobre la extraña entidad que azota al pueblo y que se lleva, principalmente, a los niños. 

La novela tiene dos hilos narrativos: la etapa infantil de los protagonistas, mientras tienen su primer enfrentamiento con Eso, y la acontecida 27 años después, cuando de adultos exitosos —o algo así— vuelven a toparse con aquella entidad cósmica. It o Eso es un ser más viejo que el cosmos, que ha viajado alimentándose de todo ser vivo que encuentra, y Derry, un pueblo pequeño con mucha historia violenta, resulta ser un bocado al cual es difícil resistirse. La novela no sólo aborda el tema de los miedos infantiles, sino el racismo, el abandono y la cruel historia estadounidense. Pennywise, It, Bob Gray solamente son personalidades del mismo ente que come, se sacia y duerme durante 27 años. 

Eso en su primera versión cinematográfica, en 1990.
Eso en su primera versión cinematográfica, en 1990.

En 1987, King regresó a La Torre Oscura con el segundo tomo, La llegada de los tres, donde Roland invoca a su Ka-Tet —grupo de gente unido por la fe— e inicia una larga aventura, dejando atrás el desierto en el que todo había comenzado. Luego publicó Misery (1987), uno de sus mejores trabajos, sobre un escritor secuestrado y torturado por una fanática con serios problemas psicológicos; y después Los Tommyknockers (1987), sobre un pueblo que vive bajo la influencia de una nave extraterrestre. 

Pero los ochenta trajeron también algo que King no había querido ver: su adicción a las drogas y al alcohol. Comenzó a fumar a muy temprana edad, luego vino el alcohol. Él mismo, en su libro Mientras escribo, comenta que incluso cuando su madre había caído enferma, él ya tomaba en exceso. Así que, durante su década triunfal, sus familiares y amigos decidieron hacer una intervención, mostrándole cuán descuidado tenía su estudio y todo lo que lo llenaba. Entre latas, botellas y empaques de drogas, King vivía en un estado de éxtasis literario. De hecho, en una entrevista, confesó que no recordaba cómo había escrito Cujo, la novela sobre el perro San Bernardo con rabia. Después de esa intervención con sus familiares, cortó toda conexión con el alcohol y las drogas, llevándolo a un año entero sin escribir debido a un bloqueo creativo. Unas por otras, diría el autor. 

EL DODGE CARAVAN 

Una tarde de junio, Bryan Smith manejaba su camioneta Dodge Caravan color azul por la ruta 5 de Lovell, cuando su perro, un rottweiler, comenzó a impacientarse por el olor a carne en la hielera que cargaba en la parte trasera del vehículo. Con todos los intentos que Bryan hacía para evitar que su mascota atacara la comida, no se percató de que, en el arcén de la derecha, un hombre tomaba una de sus caminatas diarias. En un brusco giro para controlar al animal, el conductor atropelló al hombre que caminaba, lanzándolo a una zanja de cuatro metros de profundidad. 

King narra que tuvo un par de segundos para ver cómo se acercaba la camioneta en su dirección, luego nada, luego polvo, luces traseras, nada, después su mano llena de sangre y un hombre sentado a su lado, sosteniendo un bastón entre las rodillas. Bryan Smith le dijo que la ayuda iba en camino. Stephen estaba lo bastante consciente como para hablar con los oficiales y paramédicos, lo suficiente para alcanzar a darles la dirección y teléfonos de sus familiares para que les avisaran sobre el accidente. 

En recuperación del accidente que sufrió en 1999. Foto: ABC News
En recuperación del accidente que sufrió en 1999. Foto: ABC News

El escritor resultó con el pulmón derecho colapsado, múltiples fracturas en la pierna, laceración de cuero cabelludo y la cadera fracturada. Duró tres semanas internado. Antes del accidente, había publicado Mago y cristal (1997), la cuarta entrega de La Torre Oscura, y Un saco de huesos (1998). En 1999, King había finalizado La chica que amaba a Tom Gordon y Corazones en la Atlántida, así que había tenido unos años lo bastante ocupado como para reposar tranquilo su accidente, por así decirlo. 

Pasó por diez cirugías, diez dolorosas reparaciones de cuerpo, y regresó a las andadas para seguir con el manuscrito de Mientras escribo. Su accidente no pasaría inadvertido entre sus admiradores, por lo que las cartas de preocupación no se hicieron esperar. Muchas de ellas esperaban su pronta recuperación; otras, bastantes más, manifestaban inquietud por la caída de la Torre Oscura y su desenlace, cualquiera que King tuviera en mente. Básicamente, las personas se preocupaban por el legado en caso del fallecimiento del autor. Entonces, ¿qué hizo el Rey? Estrenar el nuevo milenio volviendo a la carga con Mientras escribo, el libro autobiográfico que dejó en pausa antes de su accidente, y experimentando con las publicaciones digitales, como lo haría con Cabalgando la bala (2000), una historia corta que publicó en su sitio web. 

Estuvo activo con un par de novelas, pero en 2003 decidió por fin reordenar el camino de rosas que llevaban a la Torre y a la historia del último pistolero, Roland Deschain. Lobos del Calla se estrenó en noviembre del 2003, mientras que Canción de Susannah y el último volumen, La Torre Oscura, se publicaron al siguiente año. Este último libro ganó el premio British Fantasy y con él veríamos el cierre de Roland y su Ka-Tet. 

EL KA ES UNA RUEDA QUE GIRA 

Stephen King ha sido uno de los escritores contemporáneos más prolíficos; series, películas, eventos especiales, cualquier cosa que lleve su nombre es una venta asegurada. Los libros no han terminado de llegar. El maestro del terror sigue entregando entre dos o tres al año. Ha compartido autoría con sus dos hijos; junto a Owen escribió Bellas durmientes (2017), en donde el mundo entero se ve asolado luego de que las mujeres, sólo las mujeres, cayeran víctimas de un sueño profundo para luego enredarse en un capullo que las ocultaba del mundo exterior; mientras que, de algún otro lado, encontraban un mundo tranquilo para ellas. Con Joe publicó En la hierba alta (2012), novela que nos lleva, como el título lo indica, entre un campo de lo que pareciera ser trigo, pero entre sus caminos sólo hay locura y amenazas sobrenaturales. 

La familia King (de izquierda a derecha Naomi, Tabitha, Stephen, Joe y Owen) posando para la revista People, en 1981. Foto: Raeanne Rubenstein
La familia King (de izquierda a derecha Naomi, Tabitha, Stephen, Joe y Owen) posando para la revista People, en 1981. Foto: Raeanne Rubenstein

Muchas de sus novelas, aunque con tema y alma propios, tienen conexiones escondidas entre ellas. En el caso de Dolores Clairborne (1992) y El juego de Gerald (1992), ambos relatos comparten su evento principal durante una misma noche, mientras un eclipse oscurece los campos. Doctor Sueño (2013) es, obviamente, una secuela de El resplandor. Pero lo más curioso ocurre en el resto de sus novelas, pues se vinculan directamente con La Torre Oscura. Eso, Apocalipsis, El misterio de Salem’s Lot, Insomnia, Corazones en Atlantis son las más claras en cuanto a conexiones, siendo Insomnia —publicada cerca del último volumen de la saga— la más relacionada al nombrar al príncipe que entraría en la Torre. 

King ha llenado nuestros estantes de historias y personajes ricos y entrañables. En mi caso ha sido un deleite seguir su carrera y leer muchas de sus novelas, que no todas afortunadamente, porque aún me queda un mundo de letras del “Awelo” —como suelo decirle— que recorrer. Me quedo corto de espacio, pues todavía falta mencionar su última tanda de libros extraordinarios: la trilogía Mr. Mercedes (2014), una historia de policías que termina teniendo tintes sobrenaturales; El visitante (2018), que narra el homicidio de un niño que se vuelve aún más terrible tras descubrir al autor del mismo; Después (2021), la historia de un niño que puede ver fantasmas; Cuento de hadas (2022), su introducción en el mundo de fantasías como sólo él puede hacerlo; o Holly (2023), que vuelve al personaje que conocimos en Mr. Mercedes. Al cierre de estas líneas está estrenando Si te gusta la oscuridad (2024), una serie de cuentos macabros al puro estilo de El umbral de la noche (1978) y La sangre manda (2020). Sin duda ha sido fiel a la frase “escribir hasta la muerte”. Esperemos nos quede mucho tiempo del Rey del Terror. 

Recuerden cerrar bien los accesos de sus casas este 31 de octubre, pongan crucifijos en las puertas y ajos en sus ventanas, no le permitan la entrada a seres grises capaces de robarles el alma, tengan balas de plata y un par de hachas escondidas y, de ser posible, un gato con ojos que vean diferentes planos existenciales, pero, sobre todo, sigan leyendo literatura de terror, para que en noches como estas siempre sepan qué hacer y no permitan que los monstruos ganen. 

Hasta la próxima y larga vida al Rey. 

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