Imagen: Circle DNA
La alimentación es una necesidad que los seres humanos han llevado al más elevado nivel de refinamiento; incluso nos ha permitido generar una identidad acorde a nuestros orígenes y cultura, además de relacionarla de forma personal con nuestros seres queridos.
Sin embargo, así como existe un acercamiento saludable, identitario y solemne a la comida, también hay un lado insano que a veces se manifiesta de las formas menos deseables: los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) y de la Ingesta de Alimentos.
RELACIÓN CON LA COMIDA
Biológicamente, las personas estamos directamente vinculadas al alimento por ser esta la vía mediante la cual adquirimos nutrientes y podemos asegurar nuestra supervivencia. Antropológicamente hemos creado un sinfín de rituales que están directamente acompañados de alimentos; podemos diferenciarnos de los demás según lo que comemos o podemos hermanarnos con ellos de la misma manera.
Como latinoamericanos hemos encontrado un retorno a nuestras nostalgias, a las aventuras o los recuerdos de infancia, a través de ciertos platillos. El saborear la comida es un evento sensorial que no se compara a otros: cuando probamos algo que nos gusta, el cerebro libera hormonas que nos llevan a la felicidad subjetiva, provocando placer, y eso, a su vez, colabora en la generación de vínculos con las personas que nos acompañan en ese ritual de sensaciones.
Sin embargo, esto puede no ser experimentado de la misma manera por toda la población. Actualmente, el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-V) codifica seis trastornos relacionados con la conducta alimentaria. En esta guía se presentan tipificaciones que permiten distinguirlos entre sí, con el propósito de que su diagnóstico sirva como un apoyo para seguir una línea de tratamiento especializada.
Las conductas patológicas que se presentan en el manual son la pica, el trastorno de rumiación, el de evitación/restricción de la ingesta de alimentos, la anorexia nerviosa, la bulimia nerviosa y el trastorno por atracones.
Con la finalidad de ampliar un poco más el conocimiento de estas afecciones, realicemos una descripción breve de los menos conocidos:
PICA
Se caracteriza por la ingesta persistente de sustancias no nutritivas y no alimentarias por parte del individuo, y suele darse en quienes no presentan un grado apropiado de desarrollo. En este caso, es importante considerar el embarazo o alguna afección o trastorno mental.
Las sustancias que típicamente se ingieren tienden a variar con la edad y con la disponibilidad, y podrían ser papel, jabón, ropa, pelo, cuerdas, lana, tierra, pintura, etcétera. Es importante recalcar que se ha de verificar que el consumo de dichos materiales no sea parte de una práctica culturalmente aceptada o socialmente normal en el contexto de la persona.
Este trastorno puede iniciar en la infancia, la adolescencia o la adultez, aunque es más común en la infancia, y puede darse en niños con desarrollo típico o atípico.
Un dato interesante es que el diagnóstico de pica en el periodo de embarazo solamente es apropiado si los antojos llevan a la mujer a comer sustancias no nutritivas o no alimentarias cuya ingesta no suponga riesgos clínicos potenciales.
TRASTORNO POR ATRACONES
La característica principal de este trastorno son los episodios recurrentes de atracones que deben producirse, en promedio, al menos una vez a la semana durante tres meses.
Un episodio de atracón se conforma por dos elementos principales:
- La ingestión, en un periodo determinado, de una cantidad de alimentos que es claramente superior a la que la mayoría de las personas consumiría en un lapso de tiempo similar y en circunstancias parecidas.
- La sensación de falta de control sobre lo que se ingiere, sentir que no se puede dejar de comer o no se puede controlar la cantidad de los alimentos.
- Tanto los atracones como la pérdida de control de la ingesta se presentan en los niños y se asocian a un aumento de la grasa corporal, incremento de peso y aparición de síntomas psicológicos.También son frecuentes en muestras de adolescentes y universitarios, y pueden representar en algunos individuos la fase prodrómica (precursora) de un trastorno de la conducta alimentaria.
Un dato necesario para aproximarse a un diagnóstico de este trastorno es que existe un fuerte malestar respecto a los atracones.
Además, es importante visibilizar que este padecimiento suele darse dentro de las familias, lo que podría reflejar influencias genéticas aditivas.
PREVENCIÓN Y ATENCIÓN
El conocimiento de los trastornos menos comunes de la alimentación es una herramienta vital que nos acerca a un tratamiento exitoso. Hablar de prevención, en estos casos, está íntimamente relacionado con el vínculo cultural y personal que cada individuo tenga hacia la comida.
Siendo los alimentos una parte crucial de la convivencia humana —recordemos que el primer vínculo del ser humano se da con su cuidador a través de la satisfacción del hambre—, existe una importante relación entre las personas y sus hábitos de alimentación, ya sean naturales y sanos o con elementos como los que en este artículo se han mencionado.
El protocolo de atención responde, la mayoría de las veces, a tratamientos con terapia cognitivo conductual y mindfulness (meditación y prácticas de conciencia plena). Se recomienda que a la par que se atienden las deficiencias o disfunciones orgánicas con el médico especialista, también se utilice un plan de reestructuración alimenticia con un terapeuta especializado en nutrición o psicología clínica.