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Yves Tanguy, abstracción de la mente

Se le describió como alguien que entraba en una especie de trance cuando pintaba y por ello fue considerado un surrealista por encima del movimiento mismo.

La muerte acechando a su familia (1931).

La muerte acechando a su familia (1931).

WALFRÉ VIRGIL CASTRO

En un inicio, el surrealismo era un proyecto esencialmente literario. Su fundador, el escritor y poeta francés André Breton, había sido camillero en hospitales psiquiátricos durante la Primera Guerra Mundial, y a lo largo de su estancia conocería las obras del médico neurólogo y psiquiatra austriaco Sigmund Freud. A partir de esto, surgió en Breton el interés por el importante papel del subconsciente en el comportamiento humano y, principalmente, su impacto en la faceta creativa de los individuos.

El surrealismo tuvo bases que partían del libre ejercicio del pensamiento. No existe una definición específica de cómo funciona esta corriente artística, ya que cada autor, dígase Max Ernst, Joan Miró o el mismo Salvador Dalí, quien es significativamente el más reconocido, vivían a su manera esta corriente.

No obstante, las fórmulas generales para distinguir esta vanguardia incluyen universos figurativos propios de cada artista y, principalmente, visiones del mundo que parten de los sueños y el inconsciente. Desde la flacidez del tiempo de Dalí en La persistencia de la memoria (1934), hasta la ruptura visual de la realidad en La traición de las imágenes (1929), de René Magritte, se muestra que el surrealismo, al ser incongruente, onírico y originalmente individual, tiene un lenguaje universal que todos podemos entender aunque se carezca de su comprensión semiótica.

Sin embargo, pese a la amplia lista de surrealistas destacados, Yves Tanguy sería considerado, aunque no tan reconocido, el “más puro” de todos, en palabras de Breton.

EL ARTISTA

Nacido en París, Francia, en 1900, Tanguy no mostró inclinación alguna por el arte en un inicio, pese a haber entablado una estrecha amistad con el futuro marchante Pierre Matisse, hijo del mítico pintor Henri Matisse, a quien conoció durante su educación en el Liceo de Saint-Louis.

Para 1918, Tanguy se enlistó en la marina mercante y tuvo la oportunidad de viajar por países como Brasil, Argentina, África, Portugal e Inglaterra, adquiriendo una naturaleza aventurera y parrandera.

Fue considerado un pésimo estudiante y era un alcohólico empedernido, costumbre adquirida a temprana edad y que no abandonó hasta el final de su vida. Su comportamiento era estrafalario, pero esencialmente era un autodidacta de primera. Siendo una figura excéntrica en toda la extensión de la palabra, y con tendencia a la improvisación, alcanzó su epítome humanístico a través del arte.

El palacio con rocas de ventana (1942).
El palacio con rocas de ventana (1942).

Cabe recalcar que no fue sino hasta sus 22 años que, tras su paso por la marina, decidió ser artista luego de recibir por casualidad un golpe de fascinación por las manifestaciones creativas. Al regresar a París, en 1922, comenzó a mostrar interés por realizar dibujos de la vida urbana, acto influenciado por el pintor Maurice de Vlaminck.

Pero fue hasta un año después, al transitar por las afueras de una galería de arte durante un viaje en autobús, que Tanguy presenció en el escaparate unas obras del italiano Giorgio de Chirico, fundador de la escuela metafísica, quedando así abstraído por El cerebro del niño (1914). Pese a carecer de educación alguna en materia de arte, Tanguy se volcó de lleno a una inesperada vida como pintor a partir de esa impresión.

SUEÑOS (IR)RACIONALES

Convencido de sí mismo, Tanguy se convirtió en artista de la noche a la mañana. Con su aire autodidacta, desarrolló con rapidez su propio estilo pictórico en lienzos plasmados de paisajes solitarios y mundos oníricos de carácter abstracto.

En comparación con los artistas vanguardistas de su época, atravesados por corrientes como el cubismo o el expresionismo, el neonato pintor demostró una destreza y una originalidad singular, observables en obras tempranas como La iglesia de Locronan (1924), Rue de la Santé (1925), La joven pelirroja (1926) o Los feriantes (1926).

Dicho esto, logró protagonizar su primera exposición individual en la Galería Surrealista de París. Era 1927. Su proeza artística le valió el ser admitido dentro de El Grupo Surrealista, un conglomerado de artistas apoteósicos que estaban en contra de los valores apodícticos de la época. Este era encabezado por André Breton y estaba conformado por figuras como Max Ernst, Giorgio de Chirico, Salvador Dalí, Jean Miró y Man Ray.

Pese a que el surrealismo fue apoyado por extraordinarios artistas, Breton se convirtió en un líder cegado por el recelo de su movimiento, una especie de papa dispuesto a purgar a todo aquel que cuestionara sus postulados. De este modo terminó expulsando del círculo a figuras como Dalí o Antonin Artaud, lo cual colocó a Tanguy en un lugar más privilegiado, pues dentro de su petulancia, el líder surrealista lo consideraba una figura única y esencial de esta corriente artística.

Palacio promontorio (1931).
Palacio promontorio (1931).

SUI GENERIS

En la madurez de su trayectoria, Tanguy tendió a retratar páramos inquietantes y misteriosos. Entre sus tonalidades, a veces terrosas, a veces azules, generó contrastes que realzaban la sensación de profundidad y extrañeza en sus composiciones.

Su destello de genialidad se puede percibir en obras como ¡Mamá, papá está herido! (1927), Extinción de luces inútiles (1927), El palacio con rocas de ventana (1942), Todavía y siempre (1942) o La muerte acechando a su familia (1927), donde los espacios entre objetos o las amebas, como presuntos personajes en la obra, generan un sentimiento ambiguo y desolador.

El malestar pictórico de Tanguy era un reflejo de las afectaciones que cargaba en su mente, fueran por cuestiones personales o por el abrupto conflicto bélico que trastocó al mundo durante la primera mitad del siglo pasado. Su catarsis la encontró en el pulso indiscriminado de la inconsciencia entre sus pinceladas. Siempre se le describió como alguien que entraba en una especie de trance cuando pintaba y por ello fue considerado un surrealista por encima del movimiento mismo.

Previo al estallido de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), Tanguy se encontró con quien sería su alma gemela, la artista y poeta estadounidense Kay Sage, quien lo llevó a Estados Unidos tras el estallido de la contienda bélica.

Un 15 de enero de 1955, con 55 años, el pintor parisino perdió la vida tras sufrir una hemorragia cerebral. Sus cenizas fueron dispersas sobre la ondulación de las costas de Bretaña, lugar donde creció. Luego de su muerte, Sage se hundió en una profunda depresión, sin embargo, durante ocho años reunió y defendió todos los trabajos de su marido, a quien le siguió escribiendo poemas.

El 8 de enero de 1963, justo tres días después del que sería el cumpleaños de Tanguy, Sage se quitó la vida. “La primera pintura de Yves que vi, antes de conocerlo, se llamaba Te estoy esperando. He venido. Ahora me está esperando de nuevo, estoy en camino”, escribió la poeta en una nota.

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