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2025

Prefiero escribir, tomar papel y pluma y responder con detenimiento cada interrogante. Algunas de las respuestas fluyen de manera natural, otras demandan más tiempo.

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MARCELA PÁMANES

Cuando leas estas líneas, ya habrá pasado Navidad y apenas nos vamos acostumbrando a este 2025 que recién llega.

No recuerdo haber hecho proyección alguna de cuántos años habré de vivir. Como la decisión no está en mí, no le encuentro sentido. Lo que sí hago es tratar de hacer un examen de consciencia, evaluar en la medida de lo posible cómo fue el transcurrir de estos 365 días que de manera cíclica ocurren (mientras estamos con vida).

Las autoevaluaciones exigen rigor, objetividad, humildad, francos deseos de concluir sobre las tareas pendientes, sobre los errores, los fracasos, los miedos. No podemos ni debemos quedarnos en la justificación, en el “así me toco”, o en el “ya habrá tiempo para ser mejor”.

Uno puede intentar engañar a los demás, pero nunca podemos engañarnos a nosotros mismos. Uno sabe lo que hizo bien y lo que hizo mal. Uno sabe sobre las emociones negativas que albergamos en el corazón. Uno sabe cuándo no atendimos nuestro plano físico, uno sabe si está atorado en la negatividad.

Lo bueno de los años es que nos volvemos selectivos, ya no hay esa ansia de estar en todo, de saberlo todo y de comentar de todo. Poco a poco vamos limitando nuestro ámbito de competencia laboral, social y familiar. Reconocemos que a veces no podemos con nuestra propia vida, menos podremos incidir sobre lo que viven los demás, y en ellos hay que incluir a la pareja y a los hijos.

Cuando pretendo reflexionar sobre lo que viví, a mí me funciona el método de preguntas y respuestas. Te comparto algunas de ellas y sigue siendo un buen tiempo para formularlas.

¿Quién soy en este momento? ¿Me gusta lo que soy? ¿Tengo identificado lo que no me gusta de lo que soy? ¿Qué ha cambiado en mi existencia lo que me ha obligado a renunciar a lo conocido y aceptar lo desconocido? ¿Cómo defino lo que es ser mejor persona? ¿Mis cambios físicos obedecen a mi edad o pueden tener otro tipo de explicación? ¿Qué es lo verdaderamente importante para mí en este momento? ¿Qué lugar me doy en mi propia existencia? ¿Qué tanto me ocupo de lo que los otros piensan de mí? ¿Tengo tareas pendientes que daten de un año atrás?

¿He superado las pérdidas de personas, posiciones o cosas? ¿Tengo ilusiones? ¿Qué tanto juicio hago de lo que hice o dejé de hacer? ¿Me siento satisfecha con los resultados obtenidos? ¿He consolidado mis relaciones o las siento a la deriva? ¿Administro bien mi tiempo? ¿Cómo defino la felicidad?

Prefiero escribir, tomar papel y pluma y responder con detenimiento cada interrogante. Algunas de las respuestas fluyen de manera natural, otras demandan más tiempo. También hay las que se quedan pendientes porque prefiero no pensar y les doy su espacio sin pelear internamente. A veces en los sueños hay más claridad y me dejo llevar por ellos para encontrar la respuesta más fiel.

En este examen no hay aprobación o reprobación, hay oportunidad. Hago énfasis en ello porque estamos acostumbrados a ser jueces implacables; no nos perdonamos nada y solemos castigarnos inconscientemente. Lo que sí hay es una disposición a aceptar que tenemos un sinfín de oportunidades por delante, no así, de tiempo, porque sucede que lo que está dañado se acentúa cuando no se atiende y lo que se pudo resolver fácilmente se complica, entonces una de las grandes lecciones es que no podemos dejar nada para luego.

Si queremos ir un poco más allá, podemos escoger algunas de las preguntas y formularlas a las personas que nos conocen y en quienes confiamos, así le puedes preguntar a tu hijo qué piensa de ti. Y no tengas expectativas con relación a lo que te digan, acéptalo y procura que el diálogo no entorpezca los momentos de convivencia.

Yo espero que al iniciar el año haya momentos de silencio, que el estómago esté vacío para que la depuración ocurra de manera natural, que las distracciones no nos saquen de nuestro centro, que los buenos deseos que seguimos externando sean sinceros, que provengan del corazón.

Me encantaría que 2025 esté lleno de buenas memorias, de atardeceres rosas, de lunas llenas, de perfume de nardos, de poesía que arrebate suspiros, de momentos de ensoñación, de respiraciones profundas, de colores intensos, de música que nos haga vibrar y que todo ello nos haga darnos cuenta de que “la vida es eso que pasa mientras hacemos planes” (John Lennon).

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Escrito en: Marcela Pámanes el siglo año nuevo

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