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95 años del Teatro Isauro Martínez

Cuando llego al Teatro Isauro Martínez, en automático volteo a ver el plafón de la sala. Me arroba, me maravilla y termino agradeciendo a todos quienes pusieron de sí para sentir ese orgullo que enchina la piel.

95 años del Teatro Isauro Martínez

95 años del Teatro Isauro Martínez

MARCELA PÁMANES

Era muy niña, estaba por estrenarse Sor Ye-Yé, película mexicana protagonizada por Hilda Aguirre y Enrique Guzmán, y la tía había propuesto llevarnos al cine. Siempre me emocionó entrar a un lugar oscuro y tener la sensación de que algo mágico iba a ocurrir. Tengo claro que a mi madre no le hacía muy feliz la idea; el cine al que íbamos estaba viejo y descuidado, no era el Nazas o el Princesa, tampoco el cine Torreón, pero finalmente llegamos a sentarnos en las primeras filas.

La película ofrecía poco, aunque había canciones y una trama romántica que podían atrapar a un público muy joven e inexperto. No recuerdo haber apreciado los plafones ni el marco del escenario, ni el candil central, ni nada.

En ese entonces la cartelera cinematográfica era muy importante para los lectores de los diarios. Las funciones se armaban de acuerdo a la categoría de las salas; había cines de una película, de dos y hasta de tres. Los que proyectaban tres cintas por el mismo precio, eran, sin duda, los que intentaban sobrevivir y los encargados apenas si se daban cuenta de las deplorables condiciones de las salas y las fallas técnicas de las proyecciones. Todo esto viene bien recordarlo porque el cine al que me refiero era el Martínez, así, sin el Isauro. Tal vez fue mi primer contacto con lo que hoy se ha constituido como uno de los símbolos de identidad laguneros.

Recuerdo, como a través de un velo, los esfuerzos por evitar que lo demolieran. No me atrevo a mencionar fechas, porque nunca las tengo presentes; solo me queda esa sensación de lo vivido. Tal vez fue el inicio de mi contacto con el ambiente cultural, con quince años o menos, no es difícil confundir. Lo que sí tengo claro es que en ese entonces la actividad teatral era intensa.

Recuerdo haber ido al Teatro Garibay a ver Casa de muñecas de Ibsen. La protagonista era una lagunera reconocida por su belleza y su gran talento: Sonia Salum, quien actuó bajo la dirección de otra coahuilense valiente: Nancy Cárdenas. No entiendo cómo funciona mi mente y mi memoria, porque puedo acordarme como si fuera hoy de detalles nimios de un suceso y he borrado otros más importantes por completo. Nunca lo he entendido.

Cito a Sonia Salum porque, sin duda, ella fue piedra angular de la recuperación del Teatro Isauro Martínez. Acercó o permitió que se acercaran personas valiosísimas que dejaron huella con su quehacer arriba y abajo del escenario.

Pepe Méndez sigue siendo una referencia en el rescate de las pinturas de Tarazona, pero también recuerdo al respetado Alejandro Máynez y a tantos otros que hicieron del teatro su religión. Era el más auténtico y puro amor al arte.

¡Cuántos momentos vividos, cuántas puestas en escena, cuántos conciertos, cuántos festivales, concursos, presentaciones! Luego de ello, el obligado comentario, la tertulia para discurrir las propuestas artísticas. Como éramos jóvenes, sentíamos que lo que decíamos era importante y no había más. Recuerdo con cariño y agradecimiento los encuentros en casa de Andrés y Cuca Ramos, donde abríamos los ojos lo más posible y agudizábamos los oídos para no perdernos de nada, para aprender de los que sí sabían.

Mi llegada al Teatro Martínez fue de la mano de quienes estaban involucrados en crear. En ese entonces pensaba que yo debía hacer algo para tener un lugar en ese círculo. No cantaba, no actuaba, no tocaba ningún instrumento, no escribía poesía. Supuse entonces que podría aprenderme un poema y decirlo con gracia, pero tampoco tuve éxito y supe desde entonces que mi lugar estaba en una butaca, que sería sólo una persona más sentada entre el público. Lo acepté y lo disfruté.

Cuando llego al Teatro Isauro Martínez, en automático volteo a ver el plafón de la sala. Me arroba, me maravilla y termino agradeciendo a todos quienes pusieron de sí para sentir ese orgullo que enchina la piel. ¡95 años de vida de nuestro teatro es para celebrar! De una o mil formas posibles, estamos conectados con él.

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