Siglo Nuevo Opinión Salud Nuestro Mundo

Opinión

¡A callar!

Después de algunos milenios, el poder de silenciarnos sigue vigente, como lo demuestra la forma canallesca en que se pretende callar a la muy honorable magistrada Norma Piña.

¡A callar!

¡A callar!

ADELA CELORIO

“¡Respondona! ¡Muchachita sobresalida!”, acusaba mi abuela. Tres cachetadas y a callar. “Porque es tu padre”, justificaba sufrida. Será fácil entenderlo, pacientísimo lector, lectora, si le explico que yo no vengo del siglo pasado, sino del milenio pasado, en el que la cultura macha, con grandes exponentes como Pedro Armendáriz y Jorge Negrete, alcanzó su esplendor.

Silenciar a la mujer, invisibilizarla, ha sido un derecho masculino incuestionable. “La palabra es cosa de hombres, vete a tu habitación y dedícate a lo tuyo”, ordena el adolescente Telémaco a su madre.

Después de algunos milenios, el poder de silenciarnos sigue vigente, como lo demuestra la forma canallesca en que se pretende callar a la muy honorable magistrada Norma Piña: “Hasta hace bien poco, sólo el hombre tenía voz”.

La gestación, la crianza, el cuidado, la formación de los hijos y atención a la familia —eso que hoy sigue siendo trabajo no remunerado— nos mantuvo ocupadas en tanto el hombre salía a buscar el sustento, pero también a descubrir el mundo y conquistarlo. Imagino que fue así como se dieron las cosas para que todos los privilegios quedaran de su lado y todos los deberes del nuestro. Y no hablo de vulnerar los derechos de la mujer, dado que hasta hace diez minutos ni siquiera teníamos derechos. Puro chueco, lo que justifica el enojo, los gritos y la impotencia con que se manifiestan hoy las jóvenes mujeres. El doloroso me too con que han conseguido hacerse escuchar me parece un gran paso para que los hombres reconsideren sus actitudes.

“Pero ya no es igual, hoy hasta tenemos presidenta”, argumentan quienes piensan que ya la hicimos. Pues sí, pero no hay que olvidar que a la presidenta la impuso su patrón, por ser ella quien ofrecía sometimiento y compatibilidad con su ideología.

Y no es que le hicieran desaire, es que no le hicieron aire. En ronda, en risas allá en el Zócalo, los coordinadores parlamentarios de Morena ignoraron a la presidenta que discretamente los rodeó, les hizo señitas, intentó que la miraran; pero los barbajanes a lo suyo, lamiendo el hueso que promete Andy.

El machismo no es conducta, sino cultura bien enraizada, por lo que aun con acceso a una educación de calidad, llevará varias generaciones la desculturización. El feminismo no es una lucha contra los hombres. Es algo mucho más sencillo: se trata de exigir irrestricto respeto a los derechos humanos que históricamente nos han sido negados. Especialmente el de vivir sin violencia. No pretendemos ser más que los hombres, pero tampoco menos. Somos la mitad femenina de la humanidad que sostiene el equilibrio de la vida, la nutre, la educa y la embellece.

Y aquí van mis contradicciones. Ser feminista sin dejar de ser femenina ha sido, para mí, un ejercicio de equilibrio, una necesidad vital de justicia y equidad que no interfiere con mis atributos femeninos. Me gustan los trapos, las zapatillas de tacón y el pintalabios. Me gusta ser bonita. En su momento disfruté de la maternidad y pagué con gusto el esfuerzo que exigió. Mi Querubín me trató con caballerosidad que yo correspondí con “damosidad”.

Construyo mi hogar cada mañana, disfruto cocinar para mi familia y mis amigos, cultivo mis flores y sigo esperando de los hombres el trato respetuoso y equitativo que yo les ofrezco. Como dijo Rosario Castellanos: “Debe haber otro modo de ser humano y libre. Otro modo de ser”.

Leer más de Siglo Nuevo

Escrito en: A callar Adela Celorio Morena

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Siglo Nuevo

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

¡A callar!

Clasificados

ID: 2379082

YouTube Facebook Twitter Instagram TikTok

elsiglo.mx