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Aceptación

Pareciera fácil aceptar cuando es algo con lo que congeniamos, que nos conviene. El problema estriba en aceptar cuando la adversidad está de por medio.

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MARCELA PÁMANES

Aceptar es reconocer, es darte cuenta de que algo es correcto o incorrecto, es dejar de oponernos, es acceder, es admitir. 

Pareciera fácil aceptar cuando es algo con lo que congeniamos, que nos conviene. El problema estriba en aceptar cuando la adversidad está de por medio. En la montaña rusa de la vida, fluctuamos entre lo que queremos y lo que no queremos, lo que aceptamos y lo que rechazamos. 

La aceptación a lo adverso no tiene buena reputación, porque hay quien considera que doblar los brazos nunca es buena opción; sin embargo, se pasa por alto el hecho de que admitir nos libera de la resistencia, de la lucha de fuerzas, del conflicto que supone hacer la guerra contra la realidad. 

Hay situaciones que demandan todo el esfuerzo posible para reconvertir lo que nos pasa, y es de valientes hacerlo, no obstante, hay luchas que sabemos perdidas de antemano. 

Aceptar a una persona tal cual es, es una de las batallas más frecuentes. Creemos que debemos hacer todo lo necesario para que los otros abran los ojos y cambien. A las madres nos suele pasar; queremos que los hijos sean de tal o cual forma, cuando pasamos por alto que son lo que son, en gran parte, por lo que recibieron de nosotras mismas. Es cierto que, de manera especial, las madres nunca nos damos por vencidas y, así surjan conflictos, repetimos hasta el cansancio lo que consideramos que los hijos deberían hacer, aunque a quienes se lo decimos ya sean adultos hechos y derechos. 

La aceptación implica vencer al control. Cuando una persona controladora rechaza algo, intenta por todos los medios modificar eso que tanto le incomoda, pero no siempre tiene éxito y lo que sucede después es una intensa frustración y sensación de derrota que puede a su vez derivar en enojo y violencia. Por otra parte, cuando vamos contra corriente nos desgastamos, terminamos agotados y no con los resultados esperados. 

Aceptar los estadios de la vida también es un reto. Creemos que nunca llegará el momento en que nos despertamos y de pronto sintamos un dolor. Cuando pasa, lo primero que hacemos es tratar de darle explicación, nos acostumbramos a que el cuerpo reaccionaría por sí mismo, pero nos damos cuenta de que el tiempo hace de las suyas y que tenemos que hacer algo distinto para remediar la dolencia y empieza la lucha interna que no quiere admitir la nueva circunstancia. En ese lapso perdemos la oportunidad de un diagnóstico acertado y de recibir un tratamiento que nos libere de la molestia. ¿No sería más fácil aceptar y proceder? 

Cuando finalmente podemos darnos cuenta que el “gran problema” es no admitir algo, lo que sea, estamos en condiciones de empezar a trabajarlo. Una vez más las preguntas nos orientan: ¿por qué el rechazo?, ¿lo que rechazo es por una situación inherente al tema o a la persona o personas involucradas?, ¿lo que rechazo tiene que ver con mi pasado o con una experiencia particular?, ¿suelo tener una postura adversa a todo con todos?, ¿sé elegir mis batallas?, ¿qué ganancia secundaria tengo con la postura contraria? 

Por supuesto, estas son sólo algunas interrogantes que nos pueden dar luz para entender por qué somos como somos. Es cierto que no tenemos por qué aceptar nada que nos genere un conflicto que nos haga salir de nuestro centro, nada que vaya en sentido contrario a nuestros valores, nada que nos haga experimentar vergüenza, nada que atente contra nuestra integridad física y emocional, nada que sabemos será un lastre en nuestra historia personal. 

No aceptar sistemáticamente pudiera dar indicios de que no hemos trabajado lo suficiente en nuestro crecimiento personal. Podríamos hacernos más fácil la vida si apelamos a nuestra capacidad de adaptación y reconocemos que nuestros prejuicios y creencias no nos permiten abrir la puerta a nuevas posturas y formas de vida. 

Tal vez, el primer ejercicio de aceptación tendría que ser con nosotros mismos. Nos cuesta identificar lo que sentimos y darle curso, sobre todo cuando se trata de emociones que por la forma de educación se reprimieron o no se validaron por aspectos culturales. No confundamos aceptación con aprobación, no siempre van de la mano. Por nuestro bienestar personal reconozcamos que luchar contra la realidad, a veces, es luchar contra molinos de viento.

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Escrito en: Marcela Pámanes aceptación

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