Adhesiones vergonzosas
Aunque parezca una perogrullada hay que decirlo: ser intelectual no exime de cometer crasos errores y entre estos destacan las adhesiones vergonzosas. He aquí algunos casos:
Jorge Luis Borges odiaba tanto al dictador militar Juan Domingo Perón que irreflexivamente aplaudió el hecho de que Isabel Martínez, viuda de Perón, fuera derrocada de la presidencia de Argentina. El autor de El Aleph y de Ficciones tardó en darse cuenta de que el gobierno de facto que él aplaudía era una dictadura militar peor que la de Perón y que acabaría cobrando millares de vidas y pisoteando los derechos humanos de millones. El derramamiento de sangre provocado por Videla, Viola y Galtieri hizo que los argentinos pronto añoraran los días del paternalista Perón.
Pablo Neruda se enorgullecía de ser reconocido por José Stalin y se convirtió en un fervoroso apologista de su gobierno. Al poeta chileno le parecía que Stalin representaba la vanguardia de los movimientos revolucionarios —era el Padre de los pueblos— y juzgaba que todos los luchadores sociales del mundo harían bien en acatar sus directrices. Mucho le dolió que tras la muerte de ese férreo gobernante los propios soviéticos denunciaran sus abusos y atropellos. Así se sabría que 20 millones de habitantes de la URSS murieron por la feroz represión y las inclementes políticas del duro georgiano que se ganó a pulso su alias de guerra (Stalin significa “hombre de acero”).
Ezra Pound estaba convencido de que el fascismo era una bendición para la humanidad y, como destacado militante de ese movimiento, apoyó a Benito Mussolini. Al término de la Segunda Guerra Mundial estuvo en la cárcel y más tarde en un manicomio, donde permaneció una docena de años, pues sus amigos lograron hacerlo pasar como un enfermo mental para que no fuera ejecutado como criminal de guerra.
José Vasconcelos escribió un prólogo elogioso al libro Derrota Mundial de Salvador Borrego, panfleto que deploró el hecho de que Hitler y los nazis perdieran la guerra. El tendencioso libro le parece a Vasconcelos “penetrante y analítico, al mismo tiempo que iluminado y profético”. El filósofo, que fuera rector de la Universidad Nacional y audaz secretario de Educación Pública, celebra en su prólogo que Borrego “haya sido capaz de juzgar con tanto acierto los sucesos que conocemos bajo el nombre de la Segunda Guerra Mundial”. El escrito tajantemente niega el genocidio judío y ve por doquier conjuras sionistas, masónicas y comunistas, pero Vasconcelos sostiene que es “una de las obras más importantes que se han publicado en América”.
Intelectuales como el historiador Carlos Pereyra y como los novelistas Federico Gamboa y José López Portillo y Rojas apoyaron sin reservas al usurpador Victoriano Huerta. El poeta José Juan Tablada se refirió a él con las mayores alabanzas. En uno de sus artículos escribió: “El General Huerta es semejante en su estoicismo impávido a los japoneses y a los guerreros del viejo Anáhuac. […] Tiene las virtudes insólitas de la raza en sus días heroicos”. En cambio, siempre atacó a don Francisco I. Madero; así se ve en su poema “Madero-Chantecler”: “¡Qué paladín vas a ser,/ Te lo digo sin inquinas;/ Gallo bravo quieres ser/ Y te falta Chantecler,/ Lo que ponen las gallinas!”.
León Felipe declaró refiriéndose a Díaz Ordaz: “A este Presidente hay que quererlo”. El aguerrido poeta español quedó obnubilado simplemente porque el político poblano lo recibió con honores en Palacio Nacional. Por su parte, Salvador Novo, refiriéndose a la toma de Ciudad Universitaria por el ejército afirmó: “Es la mejor noticia que he recibido en el día”. Y Martín Luis Guzmán, famoso por sus bien logradas novelas de la Revolución, no titubeó al usar su admirable prosa para defender al régimen diazordacista y criticar a los jóvenes universitarios que demandaban libertades y respeto a sus derechos. El autor de La sombra del Caudillo insistió en decir que Díaz Ordaz era un patriota ejemplar mientras que los estudiantes que protestaban se reducían a ser unos ilusos manipulados por agitadores comunistas.
Jaime Sabines defendió siempre al PRI a capa y espada, pero no dejó de estar consciente de que era usado por el gobierno. Así lo escribió: “Estoy metido en política otra vez./ Sé que no sirvo para nada, pero me utilizan/ Y me exhiben/ «Poeta, de la familia mariposa-circense,/ atravesado por un alfiler, vitrina 5». / Voy, con ustedes, a verme. Lo dicho, ser intelectual no es garantía contra graves errores. La Historia lo demuestra”.