Arquitectura y digitalidad, impacto del mundo virtual en la realidad material
El lenguaje es el medio por el cual nos comunicamos, esto no es ninguna novedad. En su devenir histórico, ha evolucionado en términos de precisión y significado. Además del habla, también existen otros tipos de lenguaje: escrito, no verbal, corporal, literario, poético, visual, cinematográfico, cibernético o arquitectónico.
Ferdinand de Saussure, padre de la lingüística estructural del siglo XX y de la semiótica —disciplina que estudia los signos existentes en una sociedad, así como sus leyes—, afirma que el habla es la ejecución individual de la lengua; sin embargo, según el doctor en Comunicación Eduardo Andión Gamboa, esto cede paso a una indeterminación, ya que implica limitar la creación del individuo al uso de la lengua o de la estructura lingüística.
Así pues, los soportes por medio de los cuales hacemos uso del lenguaje también se encuentran en constante transformación. Hegel afirmaba: “Leer el periódico temprano en la mañana es una especie de plegaria realista matutina. Uno orienta su disposición en contra del mundo y hacia Dios (en un caso), o hacia aquello que es el mundo (en otro caso). El primero da la misma seguridad que el segundo, al saber dónde se está parado”. De este modo, según Andión, la evolución de los medios de comunicación, caracterizada por la revolución tecnológica que constituyó el surgimiento de internet, reestructura el mundo social, pero no sus fundamentos, los mismos que explica Hegel en su sistema filosófico.
LENGUAJE ARQUITECTÓNICO
En otro sentido, Gottfried Semper, uno de los arquitectos alemanes más significativos del siglo XIX, pero poco divulgados —al menos hasta finales del mismo siglo—, escribió que la construcción se inició a partir de técnicas textiles, es decir, denominaba al revestimiento (envolvente espacial) en la arquitectura como un transmisor de códigos, independientemente del material con el que se realizara. El revestimiento perpetúa y constituye límites no solamente espaciales, sino que conforma y expresa arte, deseo de ser e identidad. Este arquitecto propone la evolución y conceptualización del arte a partir de una respuesta de la naturaleza a los principios formales como son la simetría o la proporción que imitan los objetos de uso humano, en los que, según el alemán, la técnica, el material y la finalidad determinan el resultado.
Así como la prensa escrita, la literatura ha tenido que migrar del espacio físico —nuestra realidad cotidiana— al espacio virtual para asegurar su subsistencia. Quien consume libros también ha tenido que modificar sus usos y costumbres, llevando esta plegaria matutina que representaba para Hegel leer el periódico, a una experiencia cuasi inmóvil frente a una pantalla luminosa. Es decir, las acciones que se llevan a cabo en una realidad digital tienen consecuencias en el espacio que habitamos.
FLUJO DE INFORMACIÓN EN EL ESPACIO FÍSICO
La arquitectura posibilita la agrupación no solamente de estructuras materiales, vialidades o espacios públicos, sino la reunión de personas. La arquitectura como cosa que reúne es una terminal de información, ya que en ella se pueden encontrar signos visuales que representan códigos de lenguaje que, para quien los conoce o tiene referencia de ellos, son entendibles e identificables, convirtiendo a su vez al humano en un dispositivo portátil que transfiere datos al momento de comunicarse por medio de la verbalización de sus ideas, sus gestos o su vestimenta.
Entonces, estas estructuras que llamamos espacios arquitectónicos son también lo que compartimos con otros y que representan y conectan colectividades, grupos o individuos unos con otros. Pero, ¿qué pasará con nuestros espacios físicos en los albores de la era del antropoceno? ¿Será que el mundo producido por algoritmos dirigidos por la inteligencia artificial sea nuestra realidad en un futuro? Esto puede vislumbrarse lejano, sin embargo, en términos prácticos, estamos al borde de ese umbral, sobre todo si pensamos que tan sólo hace 63 años fue posible escanear una fotografía digital por primera vez y hace 45 que se inventó la primera cámara digital.
Este entramado complejo que supone la existencia en esta época, la diversidad de opiniones e ideologías, los descubrimientos recientes, los procesos de comunicación, la conceptualización de los espacios y las nuevas formas de relacionarnos, se convierte en una madeja de información que se antoja difícil de procesar. Sin embargo, existe un componente que lucha por subsistir: nuestra identidad cultural.
ESPACIALIDAD DE LA CULTURA
La arquitectura, como manifestación de la cultura en cada tiempo y espacio, es un reflejo, un “satélite doméstico” —como lo define Semper Gottfried—, que también tiene la posibilidad de comunicar las maneras de ser y de estar en un espacio. Si bien en su forma primigenia cada construcción surge del carácter pragmático inherente a su función, es un documento tridimensional capaz de adaptarse y evolucionar en sus mensajes y en sus soportes, donde se imprimen, a su vez, lenguajes y narrativas propias del tipo de materiales empleados. Dichas narrativas, pensamientos, sentimientos, preferencias de los habitantes y constructores, urden un tejido que amalgama la expresividad de los pueblos, una materialización de la memoria en una época específica.
Entonces la arquitectura, por medio de su lenguaje, es un componente de la identidad, un escenario donde se habita y que representa tradiciones, costumbres e historia. Su carácter distintorio reside en una comunicación no verbal, sino visual —es decir, tridimensional—, que involucra al ser humano. La arquitectura como manifestación cultural se convierte en un compendio histórico en continuo movimiento y cambio, donde cada elemento y cada edificio se agrupa por su pertenencia a un presente común, al territorio o a la memoria.
Algunos autores afirman que este zeitgeist determina el perfil de nuestro tiempo, cuestionado por el intelecto que pretende visibilizar lo que ha significado la digitalización prácticamente ubicua para los aspectos de la vida y que encuadra el cambio de la realidad social. La digitalidad, el cambio de paradigmas que se originan con el nacimiento y desarrollo de la inteligencia artificial, sus detonadores y consecuencias en todos los aspectos de la vida humana, impactan también en la arquitectura como otro componente de la sociedad urbana. Sus efectos son visibles en las ahora denominadas smart cities, en los procesos de gentrificación que desplazan nuestras tradiciones y costumbres a favor del sistema económico que nos rige, provocando la pérdida de los bienes culturales propios de cada región al utilizarlos como productos de consumo.
Ante estos paradigmas que nos inundan de información y que representan un cambio en la manera de concebir los espacios habitables, es importante que estos procesos urbanos que enfrentan nuestras ciudades o sitios fundacionales, nuestras costumbres y tradiciones culturales, evolucionen también de forma integral, de manera que seamos capaces —sociedad y gobierno— de vislumbrar espacios reales, equitativos e igualitarios que disminuyan la tensión entre la tecnologización del mundo y la realidad que habitamos, asegurando la permanencia de las identidades culturales más allá de fines turísticos o consumistas.