Bienvenido el 2025
“Siempre me gusta ver el lado optimista, pero soy lo suficientemente realista como para saber que la vida es un asunto complejo”. Comparto con usted, pacientísimo lector, lectora, parabienes y abrazos que atenúen un poco los fríos días de enero. De momento, como todo el mundo en estas fechas, intento definir algunos buenos propósitos. Tal vez algunos cambios, aunque no necesariamente de gran envergadura. Cosas sencillas como retomar la vieja costumbre de nadar por las mañanas, ejercicio que me hacía tan feliz y he ido dejando por fodonga.
Una vez más, como todos los años, me propongo poner atención e involucrarme seriamente con lo que hago, dado que me comporto como si fuera un sofisticado aparato multitask, pero desconectado. Es positivo trazar rutas, hacer planes de vuelo para los doce meses que con suerte tendremos por delante.
Hacerlo nos da cierta sensación de control. Y no, no quiero ser aguafiestas, pero yo recomendaría considerar también las inesperadas variables. Baste recordar que hasta Cristóbal Colón, experimentado marinero y geógrafo, se dirigía a las Indias y vino a dar a América. Baste traer a la memoria el misterioso virus que paralizó al mundo.
Desarrollar una hoja de ruta, comprometernos con algún proyecto y la firme decisión de avanzar en ello, es positivo siempre y cuando estemos preparados para aceptar, en ocasiones con mucho dolor, que la vida es un insondable misterio.
Vivimos a ciegas. Lo más que podemos esperar es que los vientos nos sean favorables, que la cruel naturaleza no nos sorprenda con uno de sus arrebatos de furia en que nos ataca con terremotos o huracanes.
Ahora que de ser así, pues ni modo, a reconstruir, porque eso es parte de la vida. Nuestra capacidad de construir y reconstruir me recuerda la inconsciencia con que de niña pisoteaba los montículos de tierra que construían las hormigas en el jardín, y mi asombro al descubrir al día siguiente el hormiguero reconstruido y a las laboriosas hormigas, sin lamentaciones ni quejas, trabajando como siempre.
Si algo se puede decir del futuro, es que es impredecible. Cualquier mañana uno se levanta diez minutos tarde y pierde el metro que colapsará ese día. Cualquier día soleado y prometedor de abril nos levantamos, como de costumbre, a cumplir con las actividades y compromisos previstos. Listos para salir de casa, imprevisible como suceden los accidentes, un resbalón y de ahí, si tenemos suerte, al hospital, si no, directo a la funeraria.
En los pasados vendavales de otoño, en esta ciudad murió un ciudadano cuando un árbol se derrumbó sobre su auto, justo en el momento en que él pasaba por ahí. Dios nos guarde estar en el lugar y el momento equivocados. No quiero ser aguafiestas, sólo pretendo recordarles lo imprevisible que es la vida y la esencial flexibidad que se requiere para bregar con el azar.
En el camino de los días nos encontraremos con que no todo sale como esperábamos. Habrá obstáculos y sorpresas durante el viaje. Adaptarnos es fundamental para enfrentar de la mejor manera a los acontecimientos que escapan a nuestro control. Levantarnos y reconstruirnos una y otra vez es lo que toca.
Tener fe en que pase lo que pase, unidos, los mexicanos hemos sido capaces de responder a los cisnes negros que cíclicamente nos apesadumbran, y hasta capitalizar las experiencias para reconstruirnos mejor. La vida es un azar y está bien. Creo que si pudiéramos predecirla con más o menos efectividad, todo sería seguro pero monótono y aburrido. Lo inesperado nos produce ansiedad, pero lo predecible, una pareja , un trabajo, un viaje por el tiempo sin lugar a las variables, resultaría terriblemente gris.