Cuando tenga 64
When I’m Sixty-Four (Cuando tenga 64) fue una melodía que los legendarios Beatles hicieron famosa cuando ellos tenían alrededor de 25 años. Así que desde su juventud miraban lo que en su época era llegar a esa edad. ¿Cómo es ahora? Le cuento, porque estoy a punto de cruzar ese umbral.
Para empezar he de confesar que a mí el tema de la edad no me desvela ni me despeina. De niña quería “ser grande”, y eso para mí se traducía básicamente en tener libertad para hacer lo que me diera la gana (vaya usted a saber qué me daba la gana en la infancia).
Lo que sí sé es que cuando me di cuenta que era “grande” no sentí ni fuegos artificiales ni vi serpentinas. Tenía 30 años y —como millones de mujeres— estaba agobiada siendo madre de dos, esposa y funcionaria de gobierno (no necesariamente en ese orden, sino más bien imagine a una malabarista).
Cuando mi hijo y mi hija comenzaron a volar del nido, yo comencé a desplegar alas. Así que bien podríamos afirmar que desde mis 50 estoy en pleno vuelo.
Y, por lo que alcanzo a ver, no soy la única. Es más, Paul McCartney en casi nada nos parecemos a la imagen que concebía de los 64 cuando escribió la canción que se popularizó en 1967.
“Puedes tejer un suéter junto a la chimenea, el domingo por la mañana salir a pasear, trabajando en el jardín quitando la hierba… con los nietos en tus rodillas…”
La mayoría de las mujeres que conozco de 64 y más, están “comiéndose al mundo”.
Lo mismo incursionan en política que escriben por primera vez un libro. Lo mismo son congresistas que forman parte de asociaciones que hacen activismo por los diversos temas que nos duelen como humanidad.
Siembran plantas que se comerán o que traducirán en medicinas con el entusiasmo y la paciencia de las buenas brujas.
Calzan mocasines o huaraches o tenis. Rara vez tacones. Lucen con alegría sus canas. Algunas se lo tiñen. Otras se agregan un mechón rosa o morado según su humor. Y en general se les ve cómodas con su ropa y su aspecto.
Escriben, pintan, leen, investigan, o todo eso en diferentes momentos. Si les gusta cocinar ensayan nuevos platillos, y si no les gusta no cocinan.
Si tienen nietos y nietas, más que sentarles en sus rodillas, se tiran al suelo a jugar, a inventar mundos posibles o imposibles; y, en general, ni por asomo son abuelas de tiempo completo.
Sin duda hay muchas mujeres que, en efecto, a los 64 han envejecido como lo hicieron sus madres y sus abuelas. Pero, si tomamos como punto de partida la década en la que McCartney escribió la canción, diría que en medio siglo la vida para las mujeres ha cambiado más que los dos o tres siglos anteriores.
Yo estoy a semanas de tener 64.
Si bien es cierto que voy más despacio y soy más consciente de mi salud, tengo planes de vuelo, proyectos, nuevas ideas.
El camino recorrido me ha convertido en una mujer más sabia, más empática y con más claridad de lo que quiero o no quiero en mi vida.
Mi jardín ha sobrevivido a pesar de mí, así que seguiré sembrando ideas y palabras. Seguiré paseando, no sólo en domingo, sino cuando quiera y pueda. Y cuando tenga una nieta o un nieto, ya le contaré.
Estoy a punto de tener 64. Y puedo afirmar que, desde esta cima, mi horizonte se parece a un día soleado que promete un hermoso atardecer.