El potencial de la economía naranja en México
La economía creativa, llamada “naranja”, está limitada en México por las condiciones que prevalecen en el mercado laboral y los prejuicios sociales que se tiene sobre los creativos y artistas que no son bien remunerados. Es urgente una política de gobierno donde se considere el verdadero valor que tienen la artesanía, las artes urbanas, entre otras, para que tomen fuerza en términos productivos y monetarios. ¿Por qué una marca Lululemon y Alo Yoga pudieron insertarse en un año en el mercado y convertirse en líderes, mientras que el trabajo artesanal en Oaxaca aún es mal pagado?
El concepto de economía naranja se refiere al sector de la industria relacionado con lo creativo, lo artístico y lo cultural que genera riqueza a través de la propiedad intelectual y la originalidad. El término fue acuñado la década pasada por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) e incluye artesanías, artes plásticas, literatura, música, teatro, fotografía, moda, publicidad, etcétera, y aborda ramos como el cultural, la comunicación, la educación, el turismo y la gastronomía. La idea central de este concepto es que la creatividad produce riqueza y beneficios sociales. Dado el patrimonio cultural y la riqueza histórica de los que goza México, la economía naranja tiene un gran potencial en el país.
La Cuarta Revolución Industrial ha transformado nuestro entorno. No sólo compartir datos o acceder a mejor tecnología es más sencillo, sino que se ha desvanecido la frontera entre consumir y producir. Esta idea es particularmente clara cuando se habla de medios audiovisuales e interactivos para fines culturales. Los productos y/o servicios preproducidos, como la elaboración de un guion para una obra de teatro, la selección de un reparto para una película, la venta de obra de arte plástica, los contenidos digitales o la oferta de derechos de autor se ven favorecidos en tiempos de monetización por Internet y por la facilidad con que se reproducen las obras digitalmente.
Se ha desarrollado una nueva economía donde un concierto de Taylor Swift genera más ganancias que una empresa manufacturera, o donde una película como Endgame puede recaudar el equivalente al PIB anual de un país como Belice. En este entorno, la economía digital, la verde, la circular y la naranja se complementan entre sí y son impulsadas por el uso de la nube, las apps, las nuevas tecnologías de fabricación (como la biotecnología y la nanotecnología), el Internet de las Cosas (IoT), los dispositivos móviles, sensores, 4G/5G, big data, la transición energética y la inteligencia artificial (IA), que permiten procesos creativos y de producción más flexibles, descentralizados e individualizados.
Todo esto ha cambiado la forma en que las mercancías se producen, distribuyen, intercambian y consumen mediante la digitalización, la reducción de costos de equipos y las tecnologías disruptivas, que han generado un volumen de información que supera cualquier expectativa, lo que resulta favorecedor para los sectores culturales y artísticos. Basta con pensar en la creación de bienes tangibles e intangibles personalizados utilizando los datos particulares de los consumidores para satisfacer necesidades más allá de las básicas al cubrir deseos sociales, creativos, deportivos o de esparcimiento. Este es el mundo donde se desarrolla la economía naranja.
EN NÚMEROS
A nivel mundial, según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), en 2021 la industria creativa aportó más de dos billones de dólares y generó 30 millones de empleos.
Actualmente este sector se mantiene en constante transformación y juega un papel importante en el desarrollo de otras industrias. En nuestro país representa un 2.7 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) nacional, aproximadamente 820 mil 963 millones de pesos, y en los últimos 14 años ha tenido un crecimiento promedio anual de 0.9 por ciento, generando 1.4 millones de puestos de trabajo (equivalente al 3.5 por ciento de la economía mexicana).
Desgraciadamente, la economía naranja requiere de un equilibrio entre las nuevas tecnologías y las capacidades creativas de la población, y en nuestro país aún existe un gran atraso respecto al primer elemento. Esta circunstancia queda en evidencia en el análisis Cuenta Satélite de la Cultura de México (CSCM) 2023, del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), que indica que el desarrollo de contenidos digitales apenas emplea al seis por ciento de los creativos del país, pero aún así genera el 18.1 por ciento del total de la riqueza en esta área. En contraste, las artesanías emplean al 30.7 por ciento de la población dedicada a la cultura y las artes, sin embargo, sólo genera el 19 por ciento del PIB al tener una escasa tecnificación. La mayoría de los mexicanos que se dedican a esta actividad productiva por lo regular se encuentran en la parte más baja de la pirámide económica, con altos niveles de pobreza.
Por su parte, la música y los conciertos apenas producen el tres por ciento de la riqueza cultural, las artes visuales el 4.2 por ciento y los medios impresos el 6.3 por ciento.
PENDIENTES
Aunque los instrumentos de fomento financiero para el sector cultural son incipientes, la economía naranja ha contribuido de manera significativa al desarrollo de las comunidades locales a través de la preservación de la identidad cultural, por lo que en la medida en que se puedan agregar elementos como la innovación y la competitividad, podría convertirse en un sector de alto desarrollo que mejore las condiciones de vida de quien de él dependa.
En cuanto a actividades más novedosas como las artes visuales y la publicidad, a las que se vincula una parte de la población productiva todavía muy pequeña, es necesario que se enfoquen en el aprovechamiento de las capacidades tecnológicas para incrementar su alcance.
Aunque tiene todo para convertirse en un motor de desarrollo inclusivo y sustentable para la mayoría de las regiones de México, la economía naranja aún debe resolver problemáticas específicas como balancear la dicotomía entre tradición e innovación; obtener mecanismos de financiamiento en todas sus áreas de influencia, de tal manera que la creación artística sea vista más como una industria generadora de empleos que como pasatiempo; acceder a capacitación y tecnología para hacer uso de las herramientas que han surgido en medio de la revolución industrial actual; contar con la promoción adecuada para que los artistas nacionales ingresen a mercados internacionales; realizar proyectos para fortalecer la cultura digital entre los jóvenes, a fin de preparar a una nueva generación de creadores; desarrollar la infraestructura necesaria en los centros educativos para promover las artes y la cultura como actividades productivas y generadoras de riqueza, así como establecer un marco regulatorio que evite el surgimiento de monopolios tanto públicos como privados que son la generalidad en la economía del país y limitan el crecimiento de los distintos sectores.
La economía naranja podría tener un gran alcance especialmente en aquellas regiones con ventajas competitivas históricas y culturales, pero aún debe construir nichos de mercado de alta rentabilidad, así como enfrentar la encrucijada de vincular la creatividad, la cultura, las tecnologías de información y las comunicaciones, así como integrarse al comercio, generar valor, promover el emprendimiento y aprovechar de la mejor manera las ideas y las habilidades de los artistas.