
En la Gran Chichimeca
El ocio me llevó a encontrar indicios de que el gentilicio de irritilas aplicado en Torreón y toda La Laguna podría ser equivocado porque los antiguos pobladores —o más bien, merodeadores— de estas tierras, eran zacatecos, aunque todos cazaran y recolectaran en lo que se conoce como la Gran Chichimeca. Lo que además quiere decir que unos y otros eran chichimecas.
Veamos uno de esos indicios. Philip W. Powell, en su libro La guerra chichimeca, cita un documento virreinal en que se recomienda establecer seis o siete poblaciones “donde andan estos bárbaros [los chichimecas] enemigos, es, a saber, en las charcas entre el Mazapil y el Saltillo, en el Valle de Parras, en La Laguna Grande, en gyxuda de Tepeque, en las minas de Indé”.
De ese modo se trataba de usar, más que la espada, el estilete ideológico, puesto que la recomendación dictaba que “en cada parte de éstas haya dos religiosos o tres de la orden de San Francisco”.
Powell incluye en su libro un mapa donde delimita los lugares frecuentados por chichimecas del norte y ubica a los zacatecos más arriba del paralelo 25, entre Indé y Saltillo, es decir, encuadrando a la ahora Comarca Lagunera.
Los zacatecos llegarían hasta Parras, pero no a Saltillo. Para deslindar el espacio de la confrontación bélica entre conquistadores y resistencia indígena aclara: “Me valgo continuamente del término ‘Gran Chichimeca’ para incluir sólo el territorio de guerra, la tierra de guerra, del siglo XVI, situada entre las dos sierras madres y en principio al sur de la línea trazada entre Durango y Saltillo. En esa zona ocurrió la mayor parte de la lucha y fue allí donde se determinaron las políticas españolas para la frontera.”
La guerra chichimeca (1550-1600) es un libro nutrido de documentos oficiales y crónicas que le permiten reseñar los ataques de las cuatro principales “naciones” chichimecas: zacatecos, guachichiles, guamares y pames. La crueldad de la guerra tiñe las páginas con hechos de ferocidad recíproca. En cierta ocasión la vida de un fraile cuesta la de cien indígenas. Un capitán español y sus tropas atacan una ranchería donde capturan y matan “a más de cien, entre ellos algunos de los que habían dado muerte a fray Juan de Tapia”.
Definir el gentilicio era indispensable, ya que aparece desde el título del libro. El autor escribe: “El nombre de ‘chichimeca’ con que los españoles habitualmente designaban a los indios del norte era el mismo con que los llamaban los nativos de la zona sojuzgada por la conquista cortesiana y que los blancos adoptaron. La palabra tiene una connotación despectiva, poco más o menos como ‘perro sucio o incivil’.”
Otras fuentes definen chichimeca como “linaje de perros”, del náhuatl chichi: perro y mécatl: cuerda. Fran Juan de Torquemada dice que viene de chichi, mamar, porque los chichimecas acostumbraban cortar en el cuello de sus víctimas para succionarles la sangre. Lorenzo Boturini encuentra que viene de chichitl, amargo, porque los chichimecas eran de trato amargo, rudo, tosco. Luis Reyes apunta que chichimeca es el que viene de Chichiman, lugar de perros.
En su libro, Powell describe prolijamente a los “guerreros del norte”, su alimentación, sus ritos, su valentía, su ferocidad, su tendencia a la libertad. Un episodio ocurrido en Peñón Blanco muestra que “los guerreros aborígenes [chichimecas] no aceptaban fácilmente el cautiverio. Cien guerreros hechos prisioneros en el Peñol [sic] Blanco fueron atados y encerrados […] pero rompieron sus ligaduras, derribaron la casa y con piedras atacaron a los españoles que montaban guardia”.
La guerra chichimeca es un libro útil para entender cómo la conquista se extendió del área nahua hacia el norte y abrazó a La Laguna, que puede ubicarse como área de los zacatecos. Es muy recomendable acercarse a las páginas escritas por Philip W. Powell.