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Graciela Iturbide, poética visual de la identidad mexicana

Imágenes donde lo cotidiano se vuelve ritual

Graciela Iturbide, poética visual de la identidad mexicana

Graciela Iturbide, poética visual de la identidad mexicana

DRA. AURORA HERNÁNDEZ

La obra de Graciela Iturbide ha sido un pilar en la fotografía contemporánea mexicana y un testimonio visual de la cultura y la identidad del país. A través de su lente, ha capturado la esencia de comunidades indígenas, festividades religiosas y los aspectos más íntimos de la cotidianidad. Con una estética simbólica en blanco y negro, ha explorado la transculturalidad, el sincretismo religioso y la vida de las mujeres en diversas sociedades. Su trabajo, influenciado por el surrealismo y la poesía, marca un hito en la fotografía documental, al tiempo que trasciende el mero registro para convertirse en una forma de arte que evoca emociones y narrativas tanto personales como colectivas.

Su obra, caracterizada por una mirada precisa e intuitiva, abarca la relación entre luz, sombra y forma. En sus imágenes, la vida adquiere una dimensión ritual. Trabajos icónicos como Nuestra señora de las iguanas y Mujer ángel reflejan su capacidad para capturar la dignidad y la fuerza de sus sujetos, especialmente en el universo femenino. Su trayectoria artística es una búsqueda poética de la realidad.

Nuestra Señora de las Iguanas (1979)
Nuestra Señora de las Iguanas (1979)

ORÍGENES Y FORMACIÓN

Graciela Iturbide nació en 1942 en la Ciudad de México. Creció en un ambiente en el que la cultura y las tradiciones mexicanas formaron parte esencial de su desarrollo. Desde joven, mostró interés por el arte y la literatura, lo que eventualmente la llevó a practicar la fotografía como medio de expresión.

A los 27 años ingresó al Centro de Estudios Cinematográficos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) con la intención de convertirse en cineasta. Sin embargo, bajo la influencia del reconocido fotógrafo Manuel Álvarez Bravo, encontró modos de manifestación más íntimos y directos en la fotografía fija. Graciela trabajó como su asistente, lo que le permitió construir un estilo propio y adquirir una profunda comprensión del simbolismo visual y la composición. A través de la tutela de Álvarez Bravo, no tanto técnica como intelectual, adoptó un enfoque reflexivo y meticuloso en su fotografía. Aunque su relación con el maestro duró solo un año, esta influencia fue decisiva en su desarrollo artístico.

Iturbide, al igual que su guía, se preocupó profundamente por la mexicanidad, lo que se reflejó en su obra. Sin embargo, rápidamente buscó autonomía creativa y se distanció del influjo directo de Álvarez Bravo para forjar su propio lenguaje visual, influenciada también por otros fotógrafos como Josef Koudelka y Robert Frank. Un aspecto central en su obra es su tratamiento de la muerte, especialmente tras la trágica pérdida de su hija en 1970, lo que la llevó a explorar temas como los rituales funerarios, los angelitos y cementerios, siempre con un enfoque poético alejado de lo tétrico.

Autorretarato (1996)
Autorretarato (1996)

SINCRETISMO Y REPRESENTACIÓN INDÍGENA

A finales de la década de 1970, Iturbide recibió una comisión del Archivo Etnográfico del Instituto Nacional Indigenista de México para documentar las comunidades indígenas del país. Este trabajo la llevó a conocer regiones marginadas y desarrollar su enfoque característico, basado en la observación, el respeto y la cercanía con las personas que retrataba. En estos lugares, marcados por un matriarcado singular, Graciela se enfrentó a un México rural y distante de la capital. Sin embargo, rápidamente estableció una conexión con las mujeres, logrando una complicidad que se reflejó en sus fotografías, las cuales muestran una intimidad inigualable. Lejos de limitarse a una fotografía etnográfica, capturó a estas mujeres desde una perspectiva personal y cercana, revelando su esencia y su mundo.

Entre sus series más icónicas se encuentra Juchitán de las Mujeres (1979-1989), un extenso reportaje sobre la comunidad zapoteca de Juchitán, Oaxaca. En esta sociedad, el género femenino desempeña un papel central en la economía y la vida social, lo que se refleja en las imágenes de Iturbide. Su fotografía más emblemática de esta serie, Nuestra Señora de las Iguanas (1979), muestra a una mujer con iguanas sobre su cabeza, en una imagen que resuena con la iconografía de las deidades prehispánicas. Esta obra ha sido reproducida y reinterpretada en diversas ocasiones, convirtiéndose en un símbolo de la fortaleza y autonomía de las indígenas mexicanas.

En 1992, Graciela Iturbide tuvo acceso a un ritual en la Sierra Mixe, en Oaxaca, donde fotografió la matanza de cabras, un acto ceremonial que dura varias semanas y que implica sacrificar a los animales para su consumo. Este proyecto, titulado En el nombre del padre, no busca defender el bienestar animal, sino capturar el sincretismo entre las tradiciones precolombinas y las influencias de la Mesta española —agrupación ganadera de la corona de Castilla—. Iturbide quedó impactada por la conexión entre el sacrificio y el relato bíblico de Abraham e Isaac, lo que le permitió generar un trabajo que explora esta interacción entre lo sacro y lo ritual, donde la devoción religiosa se mezcla con prácticas ancestrales.

El viaje (1995)
El viaje (1995)

COMPOSICIÓN Y SIMBOLISMO

La obra de Graciela Iturbide destaca por su dominio excepcional de la composición. Posee una mirada única y profunda que le permite interpretar el mundo a través de la cámara de una manera personal y emocional, defendiendo que su arte es una construcción de la realidad basada en sus conocimientos y sentimientos. Su habilidad para someter el medio a su voluntad la convierte en una figura con una autoridad única en la fotografía.

Uno de los aspectos más destacados de su trabajo es la capacidad que tiene para capturar imágenes que van más allá de la realidad objetiva y que podrían reflejar pensamientos subconscientes. Evoca un mundo de sueños, premoniciones e intuiciones.

La figura de las aves es central en la obra de Graciela Iturbide, representando conceptos como autonomía, libertad y una relación dual entre la vida y la muerte. Las gallinas que se consumen o los buitres que devoran encarnan esta ambigüedad. Para ella, los pájaros son los ojos que permiten volar, y su vuelo, en especial el de las parvadas que se alejan, se convierte en un símbolo de la muerte, del espíritu que abandona la tierra en su ascenso al cielo.

En su fotografía titulada El señor de los pájaros, destaca su enfoque en el viaje, tanto físico como introspectivo. Es un ejemplo de la idea del desplazamiento y de la búsqueda interior, donde las imágenes funcionan como metáforas del tránsito y la transformación personal. Este simbolismo también se encuentra en la repetición de elementos visuales, además, el uso del blanco y negro refuerza el carácter atemporal y onírico de su trabajo.

Jano, Ocumichu, México (1980)
Jano, Ocumichu, México (1980)

LO COTIDIANO Y LAS CELEBRACIONES ESTACIONALES

Seasonal Celebrations, Daily Life es un claro ejemplo de cómo Graciela Iturbide documentó los rituales y prácticas culturales que han persistido a lo largo de generaciones. Esta colección se exhibió en el Sheldon Memorial Art Gallery de la Universidad de Nebraska-Lincoln, del 7 de septiembre al 9 de diciembre de 2007. La muestra incluía 25 fotografías que reflejaban la vida cotidiana y las celebraciones estacionales en México, con un enfoque especial en la comunidad zapoteca de Juchitán, Oaxaca, reflejando su capacidad para capturar la esencia de la vida cotidiana y las festividades nacionales.

Su fotografía de Quince años, Juchitán, México (1986) es una representación poderosa del paso a la adultez en la cultura mexicana. La imagen de una adolescente vestida de blanco contrasta con la figura de una anciana, creando una conexión entre el pasado y el futuro, entre la juventud y la vejez. La escena transmite una sensación de introspección y cuestionamiento sobre el destino de la quinceañera retratada.

Otro ejemplo es El rapto (1986), donde aparece una joven recostada en su cama tras haber probado su virginidad antes del matrimonio, según una tradición local. Las flores esparcidas en la cama sugieren que ha pasado la prueba, pero la expresión distante de la mujer invita a cuestionar la naturaleza de estas costumbres.

Autorretrato (1986)
Autorretrato (1986)

SU RELACIÓN CON LA NATURALEZA

Otro elemento crucial en la obra de Graciela Iturbide es su estrecha relación con la naturaleza y los paisajes. A través de su lente, ha capturado la interacción entre el ser humano y su entorno natural, investigando cómo las sociedades se integran en su medio ambiente. Su serie El baño de Frida (2005-2007) es un claro ejemplo de cómo utiliza el espacio físico para transmitir narrativas más profundas.

En su trabajo con los seris del desierto de Sonora, Iturbide documentó la forma en que esta comunidad se relaciona con su entorno árido y la inmensidad del paisaje.

De la serie El baño de Frida (2006)
De la serie El baño de Frida (2006)

RECONOCIMIENTO

A lo largo de su carrera, la fotógrafa ha recibido múltiples premios y distinciones en reconocimiento a su trabajo. En 2008, obtuvo el prestigioso Premio Hasselblad, uno de los máximos honores en el mundo de la fotografía. También fue galardonada con el Premio Nacional de Ciencias y Artes en México y recibió la beca Guggenheim, lo que le ha permitido continuar desarrollando proyectos de gran impacto cultural.

Sus imágenes han sido exhibidas en galerías y museos de renombre en todo el mundo, desde el Centro Pompidou en París hasta el Museo Getty en Los Ángeles. La influencia de su obra ha trascendido fronteras, consolidándola como una de las artistas visuales más relevantes de América Latina.

INFLUENCIA DEL CINE Y LA LITERATURA

El cine y la literatura han desempeñado un papel crucial en la obra de Iturbide. Su formación en cine le proporcionó un enfoque narrativo a su fotografía, permitiéndole contar relatos visuales con una estructura bien definida. La manera en que compone sus imágenes, la elección de los encuadres y el uso de la luz recuerdan a técnicas cinematográficas que generan una fuerte carga emocional. Cada imagen parece un fotograma perteneciente a una historia más amplia.

La literatura, especialmente la obra de autoras como Elena Poniatowska, también ha nutrido su visión artística. Iturbide ha mencionado que la fotografía, al igual que la escritura, es una forma de contar historias, un medio para capturar lo efímero y transformarlo en un testimonio duradero. Sus imágenes son como fragmentos de narrativas abiertas que impulsan al espectador a completar la historia con su propia interpretación.

Su admiración por la poesía también se refleja en la forma en que capta detalles aparentemente insignificantes. La combinación de estos elementos hace que su obra tenga una dimensión literaria, la de un poema visual. Esta capacidad de transformar la imagen en una narración abierta y poética es una de las razones por las que sigue siendo tan relevante en el contexto del arte contemporáneo. Su influencia continúa vigente en el ámbito académico y artístico, donde su trabajo es objeto de análisis y reinterpretación. Iturbide se ha convertido en un referente para el estudio de la fotografía contemporánea en América Latina, demostrando que este arte puede ser una herramienta poderosa para la preservación cultural. Su obra nos recuerda que la fotografía captura momentos y los transforma en símbolos que perduran en el tiempo.

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