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Entrevista

Jorge Ramos y el obligado derecho a preguntar

"Los periodistas podemos vivir una vida muy intensamente”.

Imagen El Universal

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SAÚL RODRÍGUEZ

La noche del viernes 13 de diciembre, Jorge Ramos (Ciudad de México, 1958) se despidió por última vez de su audiencia. Durante 38 años dirigió el noticiero estelar de Univisión, convirtiéndose en uno de los periodistas más importantes de los Estados Unidos. Las cámaras lo encuadraron en el foro, envuelto en su tradicional traje oscuro. Semblante serio, mirada al frente. Entonces recapituló: como titular encabezó más de ocho mil emisiones televisivas. Los recuerdos, las coberturas en guerras, los viajes, aparecieron tras sus ojos como una función de cine. Por eso no dudó en citar a Gabriel García Márquez y afirmar que el periodismo es el mejor oficio del mundo.

“No puedo imaginarme ninguna otra profesión que me hubiera permitido una vida tan intensa, tan llena de satisfacciones y aventuras como esta”.

Una semana antes visitó la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL Guadalajara), donde presentó su libro Así veo las cosas. Lo que nunca te conté (Planeta, 2024). En esas páginas plasma las memorias y columnas más significativas de su carrera. Es como un diario del que brota su lado más frágil, sensibilidad convertida en letras. También comparte sus miedos, sus traumas, sus pérdidas y sus experiencias de vivir el sueño americano como migrante. Lo confirma así en una frase de Franz Kafka: “Escribir significa desnudarse”.

Apareció justo el día de la presentación, por la mañana, en la sala que su editorial reservó para entrevistas en el tercer piso del Hotel Westin. El ventanal del pasillo mostraba a la gente que empezaba a atiborrar la Expo Guadalajara del otro lado de la avenida. Jorge Ramos saludó, se sentó en una de las mesas y, fiel a su curiosidad periodística, preguntó por la situación política y social en el norte de México.

Relató entonces su historia. Llegó a Estados Unidos el domingo 2 de enero de 1983. La fecha es como su segundo nacimiento. Tenía 24 años cuando por primera vez pisó las calles de Los Ángeles. En ese anochecer cargaba una guitarra, una mochila e inmensas ganas de comerse al mundo. Soñaba. Huía de un país censurado y en ese momento lo abordó una sensación de libertad. Pero el joven periodista se topó con la realidad del mundo. No pidió ser migrante, insiste; tuvo que trabajar como mesero por quince dólares la hora, aprendió inglés a la mala y logró graduarse de un curso de periodismo televisivo en la Universidad de California, en Los Ángeles (UCLA). Pete Moraga, su primer jefe, le enseñó que esta profesión era más cercana a la carpintería que a la filosofía. En 1986 se trasladó a Miami y consagró su carrera.

Considera que la función principal del periodismo es cuestionar a quienes tienen el poder. Cree en la objetividad, pero también en que se debe asumir una postura. La neutralidad —cita al escritor Elie Wiesel (Premio Nobel de la Paz en 1986 y sobreviviente del Holocausto)— beneficia sólo al agresor, nunca a la víctima. Por eso ha encarado a personajes como Carlos Salinas de Gortari, Vicente Fox, Enrique Peña Nieto, Andrés Manuel López Obrador, Barack Obama, Donald Trump, Joe Biden, Nicolás Maduro, Hugo Chávez, entre otros. Cuestionarlos es derecho y obligación. Toma las ideas de la periodista italiana Oriana Fallaci para asegurar que no existe pregunta tonta, que ninguna debería ser prohibida.

Ni él mismo ha escapado a la crítica. Sus detractores lo han tildado de vendido, provocador, y han puesto su credibilidad en tela de juicio, situándolo en la izquierda y también en la derecha. Las coberturas que ha realizado lo han golpeado. Salinas de Gortari supo evadir sus preguntas. Chávez lo rodeó de sus simpatizantes para intimidarlo durante una entrevista. Maduro amenazó con encarcelarlo por discernir sobre la legitimidad de su mandato en Venezuela. Trump lo sacó de una conferencia de prensa luego de que cuestionara su política antimigratoria. Sobrevivió a los vendavales, pero Ramos sabe que no es un héroe ni mucho menos, sino sólo un periodista que trata de hacer su trabajo al preguntar.

¿Te resulta extraño encontrarte hoy del lado de las repuestas y no de las preguntas?

Es raro porque llevo 40 años haciendo preguntas y el que pregunta controla. Del lado del entrevistado, uno es mucho más vulnerable. Además, como periodistas siempre estamos acostumbrados a que la noticia sea el otro y es complicado cuando la noticia eres tú. Lo que ha salido en este libro ha sido mi lado más frágil. La gente no sabe —cuando uno hace un noticiero de televisión, cuando va a una guerra o cubre un terremoto, un huracán— todas las cosas que te están ocurriendo a ti. Y nos pasa algo muy parecido que a los soldados, hay un trauma, un estrés postraumático. Afortunadamente, a través de los artículos, he podido sacar esa parte mía, las cosas que se te atoran en la garganta, en el estómago.

Imagen EFE
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¿Consideras el 2 de enero de 1983, cuando llegas a Los Ángeles, como tu segunda fecha de nacimiento?

Yo creo que fue la decisión más importante de mi vida, porque cuando era niño nunca le dije a mis papás que quería ser inmigrante; yo quería ser futbolista, quería ser rockero, quería ser muchas cosas, pero jamás pensé en ser inmigrante. Y ser migrante y periodista acabó por definir mi vida. Creo que fue la decisión más difícil e importante, porque yo no me quería ir de México. Al igual que millones de migrantes mexicanos, me fui porque algo me expulsó del país y algo me atrajo de los Estados Unidos. En esa época no había democracia en México, había una férrea censura de prensa y yo no quería ser un periodista censurado; por eso me fui a los Estados Unidos. Ahora me doy cuenta que fue la decisión más importante de toda mi vida.

En el libro también mencionas que cuando llegaste a Los Ángeles tuviste una sensación de libertad que no has vuelto a experimentar, por lo menos no de la misma manera. ¿Hay algún eco de esa libertad que haya marcado tu carrera?

Es curioso como todas las cosas que yo tenía —una guitarra, una maleta y unos documentos—, todo lo podía cargar. Esa sensación de libertad es única. Lo que me ha ocurrido en los Estados Unidos es que es un país que protege a los periodistas. A pesar de las críticas que he hecho a varios presidentes, incluyendo a Donald Trump, no pasa nada; voy a mi casa, no tengo seguridad, puedo andar en bicicleta, voy al supermercado y no pasa absolutamente nada. Entonces, en estos cuarenta años he sentido esa protección que te da vivir en un país donde el periodismo se respeta, aunque nos critiquen, aunque no nos crean algunas veces, pero esa sensación de libertad la he mantenido durante todo este tiempo.

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En general, un migrante lidia con la nostalgia de su tierra y la decisión de no regresar a su país, ¿cómo has vivido estos dos aspectos a nivel personal?

No es que cambié de nacionalidad, sino que soy de dos países. Tengo un pasaporte verde y un pasaporte azul, y decido ser mexicano o americano cuando llego al aeropuerto de la Ciudad de México, veo cuál es la fila más larga y escojo la otra. Entonces soy de los dos países, pero haber nacido en México es lo que más me marca. Lo que ocurre es que, cuando estoy en México, hay mucha gente que dice que traicioné al país por haberme ido, y que no soy de México, que me largue. Y en los Estados Unidos ocurre lo mismo con los estadounidenses. Donald Trump me dijo en una conferencia de prensa que me largara de ahí. Entonces, en el mejor de los casos, hay días en los que eres de dos países, pero en muchos días no eres de ninguno y eres rechazado por los dos lugares. Nuestra condición, nuestra condena de migrante, es estar buscando tu casa, tu hogar, constantemente, y nunca encontrarlo. A final de cuentas te encuentras casi siempre fuera de lugar. Cuando murió mi padre y hace dos años que murió mi hermano, yo estaba en los Estados Unidos, no en México, donde tenía que haber estado. Esa sensación de estar en el lugar equivocado es una cosa permanente.

Partiendo de tu cercanía a la filosofía existencialista, aunada a tu oficio, ¿crees que el periodismo puede darle sentido a una vida que no lo tiene?

Creo que el periodismo nos da sentido. El objetivo del periodismo es cuestionar a los que tienen el poder. Es promover la libertad y la democracia. Yo soy agnóstico, y cuando no sabes qué va a ocurrir, hay que inventarse un sentido en la vida, como los existencialistas. Creo que el periodismo es la mejor forma de hacerlo. Además, no conozco ninguna otra profesión en la que puedas vivir con tanta intensidad y que te obligue a ser rebelde y joven todo el tiempo.

En una de tus memorias hablas de Pete Moraga, quien fue tu primer jefe. ¿Por qué concluyes que el periodismo se parece más a la carpintería que a la filosofía?

Porque está hecho de cosas muy concretas, porque se arma más con personas y datos que con ideas. Yo creo totalmente en la objetividad; hay que reportar la realidad tal y como es, no como quisiéramos que fuera. Donde tengo problema es con la neutralidad. Hay ciertas cosas —racismo, discriminación, corrupción, mentiras públicas, violación a los derechos humanos, dictaduras o la destrucción del medio ambiente— en las que no podemos ser neutrales. Pero el periodismo sí es como carpintería, hay que irlo armando poco a poco con datos. No como ahora, como ocurre muchas veces, con versiones falsas y con mentiras.

Lo dice Elie Wiesel, Premio Nobel de la Paz: “Debemos tomar partido. La neutralidad sólo ayuda al opresor, nunca a la víctima”.

Esa cita me gusta mucho, porque lo que nos toca a los periodistas es cuestionar a los que tienen el poder. Y me ha tocado hacerlo con López Obrador, lo hice con Trump, con Barack Obama, con Nicolás Maduro, con Hugo Chávez, con varios presidentes, es lo que nos corresponde como periodistas. Además, llego a esas entrevistas con dos premisas. Una es: si yo no hago esa pregunta, nadie más la va a hacer; y la segunda: pienso que nunca más voy a ver a esa persona. Si lo haces así, es mucho más fácil hacer una entrevista.

La periodista italiana Oriana Fallaci decía que no hay pregunta prohibida. Tú agregas que no hay pregunta tonta.

Claro, porque muchas veces a los periodistas nos da miedo hacer la pregunta más difícil. Y no hay nada peor que terminar una entrevista y tú saber que debiste haber hecho la pregunta y que no la hiciste. Hace poco estaba entrevistando a Joan Manuel Serrat, el cantante, y él me decía una frase muy linda: “Pasar miedo es muy jodido, pero pasar vergüenza es mucho peor”. Y no hay nada peor que cuando un periodista sabe que tenía que hacer una o varias preguntas duras y no las hizo.

Trump te corrió de su conferencia de prensa por cuestionarlo sobre sus propuestas antimigratorias. Sólo tú y otros dos colegas se lo preguntaron. ¿Crees que tenemos miedo a preguntar o se nos ha olvidado que es nuestro derecho como sociedad?

Como mencionabas a Fallaci antes, no hay pregunta prohibida. Y no sólo tenemos el derecho, sino la obligación de preguntar y cuestionar a los que tienen el poder. Yo creo que esa es nuestra principal función como periodistas. Y aunque te saquen de una conferencia de prensa, aunque se paren de una entrevista, aunque no les guste, para eso estamos los periodistas. Los doctores salvan vidas, los ingenieros crean estructuras muy bellas, nuestro trabajo es hacer preguntas. Y si se nos olvida que ese es nuestro trabajo, entonces no lo estamos haciendo correctamente. Lo único que tenemos los periodistas es nuestra credibilidad y esa se logra haciendo preguntas, es la única manera. Por eso mucha gente no nos cree. Ayer estaba viendo un estudio de la Unesco que decía que el 62 por ciento de los influencers no revisan sus datos ni checan sus fuentes, y eso es lo que tú y yo hacemos todo el tiempo. Por eso hay esta crisis dentro del periodismo, esta crisis de credibilidad. Pero sigo creyendo que los periodistas somos más necesarios que nunca.

Jorge Ramos en conferencia del entonces presidente Andrés Manuel López Obrador. Imagen El Universal
Jorge Ramos en conferencia del entonces presidente Andrés Manuel López Obrador. Imagen El Universal

Recuerdo que le preguntaste a López Obrador, con números en mano, por la cantidad de homicidios que registraba su sexenio y él te respondió que tenía otros datos. También cuando Maduro te aseguraba que había ganado las elecciones en Venezuela por voto popular. ¿Cómo prepararse para entrevistar a políticos que están convencidos de sus propias mentiras?

Yo creo que todo es tarea. Hay que hacer su tarea como tú la hiciste con las preguntas. Si haces tu tarea y sabes del tema tanto o más que el presidente o el entrevistado, estás en una posición para comenzar. Lo otro es creer que tienes el verdadero derecho y la obligación de hacer preguntas. Y hay algo que he estado pensando últimamente que me parece fundamental: creo que la primera pregunta determina el tono y el ritmo de la entrevista. Si, por ejemplo, yo hubiera ido con Maduro y dejo que me dé una respuesta de cinco minutos al principio, perdí la entrevista. Si me empieza a contestar, detecto que está mintiendo y no lo paro, estoy perdiendo la entrevista. Fallaci decía que las entrevistas son como una guerra, a veces gana el entrevistado y a veces el entrevistador. Después de una entrevista, uno sabe perfectamente de qué lado quedó.

Abordo tu relato sobre el temblor de 1985 en Ciudad de México y pienso que en ocasiones es la propia noticia la que desenmascara a un sistema fallido.

En concreto, en el 85, creo que el sistema se rompió. Es decir, cuando el gobierno no puede ayudarle a sus ciudadanos y no puede responderles, y cuando son los ciudadanos quienes toman el control de la situación, algo está muy mal, algo está fallando. Y en esos hechos especiales, únicos, esenciales, es cuando los gobiernos se ponen a prueba, cuando los presidentes y los líderes se ponen a prueba. En el 85 quedó claro, cuando los ciudadanos empezamos a ayudarnos a nosotros mismos, que el sistema autoritario tenía que terminar. Y efectivamente, quince años después terminó.

¿La censura es una sombra que perseguirá al periodista durante toda su carrera?

Desafortunadamente es parte de la profesión. Pero... es muy complicado. Es muy fácil para mí, viviendo en Estados Unidos, criticar a periodistas en otros países, pero ustedes los periodistas en México son muy valientes. Ustedes se la están jugando todo el tiempo; México sigue siendo uno de los países más peligrosos del mundo para ejercer el periodismo, y hacen un gran trabajo. Ninguna noticia justifica la muerte o el asesinato de un periodista, y entiendo que esa es una situación sumamente complicada, particularmente en un país como México.

Artículo 19 registra que 168 periodistas han sido asesinados en México desde el año 2000. En el sexenio de Sheinbaum ya se registró uno, el michoacano Mauricio Cruz Solís. La gestión de López Obrador igualó a la de Peña Nieto con 47 periodistas ultimados. ¿Qué nos dicen estas cifras más allá de los números?

Que México es un país peligrosísimo. Que México es un país tan peligroso o más que zonas de guerra, y eso es increíble. Mi conclusión es que no podemos normalizar la violencia. No puede ser que Claudia Sheinbaum tenga 85 muertos por día y que eso sea normal. Si siguen las cosas así, vamos a terminar el sexenio con 31 mil muertos o más. Me parece que ese es el principal reto de México y el principal reto de ella como presidenta: bajar o controlar la violencia, porque es imposible vivir de esa manera para periodistas y no periodistas.

A pesar de todo esto, ¿coincides con Gabriel García Márquez sobre que el periodismo es el mejor oficio del mundo?

Yo creo que sí. Me ha tocado recorrer el mundo, estar durante las últimas cuatro décadas en casi todos los lugares donde se ha hecho historia, conocer a sus protagonistas. No se me ocurre ninguna otra profesión que haya podido darme lo mismo. Cada una de estas canas tiene nombre y apellido. Los periodistas podemos vivir una vida muy intensamente. No como los actores que viven muchas vidas a través de sus personajes, pero una muy, muy intensa.

¿Estás formado por las noticias que has reporteado?

Estoy golpeado y traumado por las noticias que me han tocado. Hace algún tiempo hablaba con una psicóloga y le decía que reportar sobre muertos, violencia y guerras no me había afectado. Pero la realidad es que sí, todo te afecta y estás marcado por eso, desde luego que sí.

Te haré la misma pregunta que le hiciste a Barbara Walters. ¿Existe alguna idea falsa sobre ti?

Bueno, la idea falsa es que me peleo con todos. Tú hablas con mis hijos o con mi esposa y te darás cuenta de que trato de evitar la confrontación. Creo que hay la percepción falsa de que estoy buscando pelea con todos. Pero es lo que nos corresponde hacer, de nuevo regresarnos al tema de cuestionar a los que tienen el poder.

El Universal
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¿Sin el periodismo el mundo no tendría memoria?

No, sin el periodismo tendríamos más sistemas autoritarios, tendríamos más dictadores, tendríamos más guerra y más violencia. Creo que la única forma de ejercer bien el periodismo es defendiendo la democracia y la libertad, porque para eso es. Sin democracia y sin libertad no hay periodismo.

Sobre la situación política en Norteamérica, ¿qué divisas en la relación que tendrán los gobiernos de Trump y Claudia Sheinbaum?

Tenemos que entender que Donald Trump es un bully, no tiene ni aliados ni amigos, es un ser transaccional; lo único que le interesa es ganar y hace lo que más le conviene. Es un error pensar que con equipos de trabajo se van a eliminar o a disminuir las tensiones. Los grupos de trabajo pueden ponerse de acuerdo en lo que se les pegue la gana, y llega Trump, dice que no y se acabó. La única manera de lidiar con un bully es con fortaleza. Y México es muy fuerte, México tiene el control de las fronteras. Depende de México el paso de miles o millones de migrantes hacia el norte. Y sólo si Trump entiende eso puede haber una buena cooperación, pero si dejamos que Trump pisotee a México, ahora que no ha tomado posesión, va a seguir pisoteándolo durante los próximos cuatro años.

¿Qué se responde cuando alguien te dice en Estados Unidos “get out of my country” (sal de mi país)?

La respuesta que ellos odian es: “Este también es mi país”. Si tú les haces saber que ese también es tu país, se vuelven locos. Pero es la verdad, Estados Unidos también es mi país.

¿Cuál será tu camino después de dejar Univisión?

Los periodistas nunca nos retiramos, voy a seguir haciendo periodismo. Lo que no sé todavía es en dónde, pero creo que me quedan aún unos años más de periodista.

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