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LA COLUMNA DEL PERRO

QUISIERA SER UN PERRO, UN CABALLO O UNA ÁGUILA

Esto lo quisiera ser cuando me fastidio de no tener otra vista que las ventanas y puertas de alrededor, porque esto hace que me acostumbre a no ver ni a la calle.

Quisiera ser un conejo libre en la naturaleza cuando me doy cuenta de que vivimos semienclaustrados acostumbrados muchas veces a ya no abrir ni siquiera las cortinas exteriores.

A veces me siento un ave en un gallinero de comercio intensivo, cuando ya ni cuenta me doy de lo acostumbrado que estoy a prender la luz más temprano, olvidándome del sol, del aire y de la libertad a plenitud que son completamente gratis.

Quisiera ser una tortuga, para vivir a un ritmo que me permita disfrutar la vida, lo cotidiano y no despertar sobresaltado porque se me hizo tarde y quisiera seguir durmiendo porque no descansé lo suficiente, casi casi como echándole la culpa al sol porque él marca el amanecer tan temprano.

Quisiera ser un búho o un gato, para no temerle a la noche, sino todo lo contrario disfrutarla, viendo y guiándome por la posición y la belleza de la Luna y las estrellas, en lugar de irme automáticamente a la cama, acostarme cerrar los ojos y pretender dormir, sólo porque ya pasa de las 11:00 p.m.

Quisiera ser una abeja para que al empezar el día me acerque a lo mejor de la naturaleza que son las flores concentrándome solamente en sacar de ellas, su néctar que es lo mejor, y no sólo escuchar el constante timbre del teléfono, con las mismas excusas de siempre, hoy no puedo ir, a ver cuándo nos vemos, la semana que entra nos juntamos, y la mejor de todas, ya sabes que cuentas conmigo para lo que necesites.

Quisiera ser cualquier animal libre en la naturaleza y sonreírle a mis iguales, sin esperar una sonrisa de vuelta.

No quisiera ser un pavorreal, que sólo se pavonea para no ser ignorado, pues precisa mucho de ser visto.

Quisiera ser una hormiga, con su tenacidad, su fuerza y su orden, y no consolarme cuando el trabajo se complica y se sale de control, pensando al cabo ya casi va a ser puente o fin de semana para descansar, y si no hay mucho que hacer porque nadie nos invitó o no tenemos dinero, nos vamos a dormir temprano dizque porque tenemos muchos días sin dormir, más bien imitando a la avestruz que esconde sólo su cara, pero a lo lejos se adivina su realidad.

Nos acostumbramos, a ahorrar todo, hasta la vida, en lugar de vivir mucho o poco, pero intensamente como algunos insectos, como el macho de la mantis religiosa (campamocha) que sabedor de que después de haber entregado su amor en un acto automático para perpetuar su especie, es devorado por la hembra, pero seguramente muere sintiéndose pleno de haber cumplido su labor y haber cerrado su ciclo de vida para el cual fue creado.

Y ahora, para terminar, una gota de filosofía:

La vida no termina cuando el corazón deja de latir, sino cuando los latidos ya no tienen sentido.

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Escrito en: columnas Editorial

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