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La necesidad de regular el mercado de valores

La historia nos ha demostrado que la falta de regulación del sistema financiero conduce inevitablemente a crisis globales recurrentes. El reto está en fortalecer el marco internacional para prevenir un próximo colapso económico.

La fragilidad del mercado de valores lleva a crisis económicas mundiales recurrentes. Imagen: Unsplash/JP Valery

La fragilidad del mercado de valores lleva a crisis económicas mundiales recurrentes. Imagen: Unsplash/JP Valery

DANIEL GONZÁLEZ

Los mercados de valores han sido testigos de ciclos económicos con auges y caídas durante casi un siglo. A pesar de los desarrollos tecnológicos y de instrumentos financieros, se siguen presentando crisis recurrentes producto de la especulación, el gasto excesivo de los gobiernos, el sobreendeudamiento de los agentes económicos y los colapsos de las economías. Todo esto beneficia a las élites mientras la desigualdad aumenta en todo el planeta. 

Desde la Gran Depresión de 1929 hasta la crisis pandémica de hace un lustro, el mundo ha sido escenario de la acumulación voraz de riqueza en lugar de la búsqueda de mecanismos sostenibles para generar un crecimiento económico basado en la producción y la satisfacción de necesidades de la población. 

Con el paso del tiempo se han desarrollado nuevos avances tecnológicos que ofrecen grandes oportunidades, como la digitalización financiera, las fintech, las criptomonedas, los fondos de inversión, etcétera. Pero estas innovaciones también han traído consigo riesgos que los gobiernos no han podido contener efectivamente, ya sea porque existe una subordinación de la política al capital o simplemente por la incapacidad para entender la evolución del sector. 

ESPECULACIÓN Y VOLATILIDAD 

Uno de los problemas más graves de esta falta de regulación en el sistema financiero es la creación de burbujas especulativas. Cuando los mercados operan sin controles adecuados, se generan condiciones que incentivan la sobrevaloración de activos sin un sustento productivo o un fundamento económico válido. Basta recordar la burbuja de las puntocom a principios del milenio, en donde el boom de la Internet hizo crecer desmedidamente los valores de las nuevas empresas en línea para después caer en quiebra; o la crisis subprime de 2008, en donde el abuso de créditos, la falta de supervisión y la deshonestidad de las agencias calificadoras (al validar deudas de manera inadecuada) permitieron que los precios de ciertos activos se dispararan para después colapsar y afectar a millones de personas que perdieron todos sus ahorros y patrimonio por la irresponsabilidad de las instituciones. 

Otro problema es la proliferación de instrumentos poco transparentes y difíciles de supervisar, como los derivados financieros de alto riesgo, que son muy complicados de entender, pero que principalmente están diseñados para evadir la regulación gubernamental. Entre ellos se encuentran las permutas de incumplimiento crediticio (CDS, por sus siglas en inglés) y las obligaciones garantizadas por deuda (CDO), que jugaron un papel clave en la crisis de 2008 porque se utilizaron para vender como activos los fondos de pensiones o ahorros de gente común, sin ningún tipo de responsabilidad por parte de las instituciones que emitían dichos productos.

La volatilidad del mercado de valores puede desestabilizar la economía de países enteros en cuestión de días. Imagen: Unsplash/ Jaku Zerdzicki
La volatilidad del mercado de valores puede desestabilizar la economía de países enteros en cuestión de días. Imagen: Unsplash/ Jaku Zerdzicki

Como se mencionó anteriormente, esto último pudo haberse dado por desconocimiento o como parte de una dinámica de puertas giratorias entre el gobierno y el sistema financiero, donde un día un político puede ser secretario de energía en un país y al otro formar parte de una institución financiera, entrando en un franco conflicto de intereses e incidiendo directamente en el deslinde de responsabilidades ante un colapso del sistema. Hoy, estos casos siguen siendo una bomba de tiempo. 

Actualmente, gracias a la digitalización de las finanzas, tanto bancos como fondos de inversión y otras instituciones financieras utilizan algoritmos avanzados para realizar millones de transacciones en segundos utilizando la web, incrementando exponencialmente los riesgos de dichos movimientos. 

En los últimos años, la especulación con divisas y el trading han generado un entorno de alta volatilidad en los mercados, ya que las transacciones especulativos de este tipo pueden provocar crisis cambiarias en países emergentes, desestabilizando economías enteras en cuestión de días. Es decir, los tipos de cambio dejan atrás su papel como herramientas para facilitar el comercio internacional y se convierten en meros instrumentos de apuesta. México ha sufrido las consecuencias de estas prácticas, donde una depreciación repentina del peso frente al dólar puede encarecer la deuda externa y afectar la estabilidad macroeconómica. 

Tampoco podemos olvidar el papel de las criptomonedas, que originalmente surgieron como una alternativa al sistema financiero tradicional, especialmente diseñada para aquellos individuos que no confían en la intermediación gubernamental. Sin embargo, por su propia naturaleza, presentan una falta de regulación que las ha convertido en instrumentos de especulación extrema, así como de lavado de dinero o evasión fiscal. Además, en un año, estos activos pueden superar una variación del mil por ciento, aumentando los riesgos asociados a su uso. 

La falta de una regulación efectiva de los mercados de valores facilita la concentración del poder económico en unas cuantas instituciones globales que poseen la mayor parte de las inversiones y los ahorros del mundo. Esto no sólo amplifica el peligro de colapso del sistema, sino también la desigualdad, ya que los beneficios de la especulación se quedan en manos de una élite reducida, mientras que las pérdidas suelen ser socializadas a través de rescates gubernamentales. 

El sistema financiero actual incrementa la desigualdad, empujando a cada vez más personas a la pobreza. Imagen: Unsplash
El sistema financiero actual incrementa la desigualdad, empujando a cada vez más personas a la pobreza. Imagen: Unsplash

MARCO REGULATORIO URGENTE 

Mientras que los países desarrollados pueden absorber mejor los impactos de la volatilidad financiera, los mercados emergentes no cuentan con los mismos mecanismos de defensa, por lo que naciones como México suelen ser víctimas naturales de las crisis especulativas, que traen consigo fugas de capital. Esto se debe a que al detectar riesgos en un territorio, los inversionistas suelen retirar sus inversiones de forma instantánea, provocando caídas en las economías locales y depreciando la moneda del país en cuestión, como ocurrió con el “efecto tequila” de 1994 o el “efecto zamba”, el “vodka”, “dragón”, “tango”, etcétera.

Para contener estos riesgos se deben establecer regulaciones a nivel global y no de manera local, ya que precisamente ese es el problema: en la actualidad, los capitales son internacionales, pero las “reglas del juego” son de tipo nacional, lo que permite que los especuladores se muevan libremente por el planeta evadiendo responsabilidades. Sin un marco regulatorio coordinado será difícil evitar que el sistema financiero continúe operando con la misma impunidad que ha mostrado hasta ahora. 

El mercado de valores no debe ser simplemente un espacio para la ambición desenfrenada, sino una herramienta de crecimiento económico más igualitario y ordenado. Si no se establecen reformas estructurales que limiten la especulación y promuevan la inversión productiva, seguramente seguiremos siendo testigos de estos ciclos de crisis y rescates gubernamentales que perpetúan la desigualdad. 

La regulación no es un obstáculo para el desarrollo, sino una necesidad urgente para garantizar la estabilidad del sistema financiero global. Los gobiernos deben tomar medidas firmes para evitar que los mercados sigan siendo “casinos” donde pocos ganan y la mayoría pierde. Si se ignoran estos riesgos, será cuestión de tiempo antes de que una nueva crisis sacuda los cimientos de la economía global, por lo que la pregunta clave es: ¿tomaremos las medidas necesarias o continuaremos atrapados en un sistema que prioriza las ganancias a corto plazo sobre la estabilidad a largo plazo?

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