Siglo Nuevo Opinión Salud Nuestro Mundo

Nuestro Mundo

Muy sus gustos

Si la percepción de los grandes sobre la valía de sus propias obras a menudo causa pasmo, ¿qué decir sobre sus juicios sobre la obra de colegas?

Muy sus gustos

Muy sus gustos

ANTONIO ÁLVAREZ MESTA

Fue a mediados de los setenta, pero tengo muy presente una entrevista que le hicieron a García Márquez. Se acababa de publicar El otoño del patriarca y el futuro premio Nobel aseguraba entusiasmado que era la mejor obra que había escrito. Por supuesto, quienes habían leído su imperecedera novela Cien años de soledad se apresuraron a leer el nuevo libro de Gabo. Y comprobaron que era bueno, pero palidecía ante su obra cumbre. La historia del taimado general Zacarías, anciano dictador de una ficticia nación caribeña, impuesto por codiciosos británicos y sostenido después por torvos estadounidenses, aunque interesante e ilustrativa de abusos de poder y de injusticias sociales, no podía compararse a la fascinante historia de la familia Buendía.

Don Miguel de Cervantes seguro estaba de que la obra suprema de su autoría era Los trabajos de Persiles y Sigismunda. La hizo ajustándose a la extraña preceptiva bizantina y pensando en lectores más demandantes que la gente sencilla que había leído sus Novelas ejemplares, que había disfrutado sus Entremeses y quedado prendada con su Quijote. Se equivocó por completo. Aquella estrambótica novela, que cuenta las peripecias por varias naciones de dos nobles nórdicos llamados Periandro y Auristela, que se casarían finalmente en Roma y adoptarían entonces los nombres de Persiles y Sigismunda, ni antes ni después suscitó el interés que tuvieron otras obras cervantinas. Y —por supuesto— sólo al Quijote debe el Manco de Lepanto su lugar inamovible en la historia.

Contra la opinión popular, de sus 138 obras, Ludwig van Beethoven tuvo entre sus favoritas a la Fuga para cuarteto de cuerdas en si bemol mayor, la famosa Gran Fuga opus 133 compuesta apenas un año antes de su muerte. Al ser ejecutada por primera vez, no gustó al grueso del público. Un crítico escribió: “Es incomprensible como el idioma chino; implica una confusión propia de la torre de Babel”. Beethoven se defendió diciendo que su fuga no había sido compuesta para el presente, sino para el futuro. No dejó de recibir críticas feroces y crueles ridiculizaciones por su ya inocultable sordera. De todos modos, esa fuga es una muestra del genio de Beethoven y por ello sería defendida por otros grandes de la composición como Igor Stravinsky, quien no titubeó al considerar aquella pieza como “música contemporánea que permanecerá contemporánea para siempre”.

Si la percepción de los grandes sobre la valía de sus propias obras a menudo causa pasmo, ¿qué decir sobre sus juicios sobre la obra de colegas? El ya citado Stravinsky temerariamente afirmaba que Vivaldi era sobrevalorado, Tchaikovsky reprobaba la música de Haendel y consideraba que La Valkiria de Wagner tenía un par de momentos gloriosos, pero que el resto era un mar de aburrición y de vacío infinito. Liszt declaró que la música de Brahms era higiénica, pero carecía de emoción. Clara Schumann, por su parte, aseguró detestar a Liszt hasta el fondo de su alma.

En el terreno de las letras, los juicios tampoco son comedidos. Borges decía que Neruda era un discípulo de Lorca, mucho peor que Lorca. Que sus versos eran tan malos que nadie habría de recordarlos. Negó además todo mérito literario a escritores como Horacio Quiroga, Alfonsina Storni, Gabriela Mistral y Rabindranath Tagore (los dos últimos ganaron, como Neruda, el premio Nobel). Por su parte, el colombiano Fernando Vallejo juzgó a su compatriota García Márquez como un escritor sin originalidad. “Él ha escrito en tercera persona, en narrador omnisciente, es decir, el camino más trillado de la literatura. Tiene una prosa pobre de vocabulario, sintaxis, sonoridades”. Julio Cortázar, muy influido por el materialismo histórico y su dialéctica revolucionaria, tras leer Demian consideró “denostable el indefinido discurso metafísico de Herman Hesse que se pierde en vagas insinuaciones y en teorías inconcretas”. Señaló con dedo flamígero en esa novela una homosexualidad latente. A su entender, esa obra del premio Nobel era poco recomendable como libro formativo para los jóvenes.

En gustos no hay nada escrito. Está claro que debemos ponderar por nosotros mismos las obras que otros quisieran vedarnos. Respetemos las opiniones de creadores de prestigio, pero no eludamos nuestra responsabilidad de evaluarlas. Si el argumento de autoridad no es válido para las ciencias, tampoco debe serlo para las artes

Leer más de Siglo Nuevo

Escrito en: Quijote letras

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Siglo Nuevo

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Muy sus gustos

Clasificados

ID: 2376095

YouTube Facebook Twitter Instagram TikTok

elsiglo.mx