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Narcoarte: exceso y abyección

Artistas contemporáneos como Teresa Margolles, Fernando Brito y Edgar Clement, a través de sus respectivos medios, confrontan al espectador con las estructuras de poder que permiten que la brutalidad del crimen organizado se perpetúe.

Ilustración de Edgar Clement.

Ilustración de Edgar Clement.

AURORA HERNÁNDEZ

El narcoarte surge como una estética que refleja las consecuencias sociales y culturales del narcotráfico, y la brutalidad que lo acompaña. Este tipo de expresiones, al mostrar de manera explícita escenas de muerte, sufrimiento y deshumanización, se encuentra en una zona de conflicto con las convenciones tradicionales del arte, lo que permite una reflexión sobre lo que Julia Kristeva define como abyección. En su obra Poderes de la perversión (1980), la autora expone que la abyección es lo que provoca repulsión, porque se halla en los márgenes de la identidad y la moralidad. Lo abyecto, según la filósofa, es aquello que perturba los límites del yo, lo que está más allá de lo permitido, creando una distorsión del orden social.

El narcoarte, al retratar escenas de violencia extrema, a la muerte despojada de todo sentido humano y la transgresión de las normas sociales, se conecta directamente con la teoría de Kristeva. Las representaciones de cuerpos mutilados, drogas y figuras deshumanizadas no sólo buscan impactar, sino hacer consciente al espectador de la fragilidad de los límites entre la vida y la muerte, lo aceptable y lo inaceptable. Como señala Kristeva, el enfrentarse a lo abyecto provoca un desorden interno, una confrontación con lo desconocido, y el narcoarte ofrece precisamente esta experiencia al llevar al espectador a encarar aquello que teme. 

Así, más que glorificar la violencia, funciona como un espejo que revela las fracturas éticas y simbólicas de una sociedad en crisis. Al mostrar los cuerpos destrozados por el narcotráfico, también exhibe los discursos rotos de justicia, poder y cultura. Desde esta perspectiva, la estética del exceso se convierte en una herramienta crítica: no embellece; desborda, descompone y obliga a mirar.

LA ESTÉTICA DEL EXCESO 

El desbordamiento no se limita a la acumulación de imágenes agresivas o materiales disonantes; implica además una ruptura con el orden simbólico y estético. Desde la perspectiva de Julia Kristeva, el exceso actúa como una forma de abyección: ya no puede ser asimilado por la norma, desestabilizando las fronteras del yo y del cuerpo social. 

¿De qué otra cosa podríamos hablar? (2009), Teresa Margolles. 53a. Bienal de Venecia
¿De qué otra cosa podríamos hablar? (2009), Teresa Margolles. 53a. Bienal de Venecia

Pero este exceso perturbador también puede ser subversivo, como señala el filósofo ruso Mijaíl Bajtín. El cuerpo grotesco, lo carnavalesco, el humor negro y lo escatológico operan como críticas que ridiculizan al poder y lo devuelven a su materialidad más cruda. Así, el narcoarte, al combinar violencia extrema con teatralidad, parodia o ironía, no sólo confronta al espectador con lo abyecto, sino que lo invita a una especie de carnaval sin redención: una fiesta siniestra donde se invierten las jerarquías y se expone la descomposición de lo político, lo ético y lo humano. 

Esta presión entre lo abyecto y lo grotesco, entre el horror y la sátira, se materializa de manera concreta en el trabajo de varios artistas contemporáneos que han abordado las consecuencias del narcotráfico desde lenguajes estéticos diversos, pero convergentes en su exceso. Teresa Margolles, Fernando Brito y Edgar Clement, desde la instalación, la fotografía y la historieta, respectivamente, despliegan estrategias que buscan exponer esa violencia en su dimensión física, simbólica y política, sin suavizarla. Ofrecen una experiencia que oscila entre el duelo y la denuncia, entre el registro documental y la saturación expresiva.

ARTISTAS CONTEMPORÁNEOS FRENTE A LA RESISTENCIA 

El narcoarte, al mismo tiempo que enfrenta al espectador con lo abyecto, introduce una complejidad adicional: invoca la memoria, el sufrimiento y la lucha a través de una estética que no tiene miedo de cuestionar. Teresa Margolles, Fernando Brito y Edgar Clement, cada uno desde su campo, abordan la violencia del narcotráfico de maneras radicales, no sólo como un tema visual, sino como una herramienta de intervención social y política. En sus obras, el exceso se manifiesta en un compromiso con lo visible y lo invisible, lo tangible y lo intangible, haciendo del dolor y la muerte una llamada a la introspección sobre las estructuras de poder y los relatos oficiales. 

Teresa Margolles. En sus instalaciones, como ¿De qué otra cosa podríamos hablar? (2009) y En el aire (2003), transforma lo abyecto en un espacio de visibilidad y confrontación. La artista, conocida por utilizar en sus obras elementos provenientes de la escena criminal y forense, como los fluidos corporales y las huellas de la muerte, introduce al espectador en un ambiente saturado por la violencia del narcotráfico. Presenta lo grotesco, pero lo configura como un acto de resistencia contra la invisibilidad de las víctimas. Su trabajo no sólo busca impactar visualmente, sino que también señala las tensiones sociales y políticas que hacen posible esta brutalidad. 

Foto de la serie 'Tus pasos se perdieron en el paisaje', de Fernando Brito.
Foto de la serie "Tus pasos se perdieron en el paisaje", de Fernando Brito.

Fernando Brito. En la serie Tus pasos se perdieron en el paisaje, Brito utiliza la fotografía como una forma de registrar lo que muchas veces permanece oculto: el sufrimiento humano en la frontera entre la vida y una muerte violenta. A través de sus imágenes de víctimas del crimen organizado, el fotógrafo captura la huella (muchas veces invisible) que el crimen organizado deja en la sociedad. Sus fotos inducen al espectador a cuestionar el desamparo y la indiferencia gubernamental, poniendo de relieve el vacío político que permite la perpetuación de estos homicidios. Brito no busca proporcionar respuestas; simplemente pretende exponer lo que otros prefieren no ver: la deshumanización de las víctimas y el abismo social que las engulle. 

Edgar Clement. En su obra Operación Bolívar (1993-1994) y Los perros salvajes (2013), utiliza el cómic como una forma de narrar las violencias del narcotráfico con una estética de lo grotesco y lo carnavalesco. A través de la figura del héroe desgastado y la lucha sin fin contra las fuerzas del crimen, Clement construye una crítica de la narcocultura y sus consecuencias para el tejido social. El exceso en su obra, además de estético, es narrativo: personajes y situaciones desbordados por la corrupción y la decadencia del sistema, en una constante inversión de jerarquías. 

Es así como las funciones estéticas del narcoarte son articuladas como formas de resistencia y desafío, que permiten examinar los márgenes de la moralidad, la identidad y el orden social. A través del arte, el exceso no sólo se presenta como un reflejo de la violencia del narcotráfico, sino como una herramienta de catarsis. Según la filosofía de Julia Kristeva, estos artistas nos enfrentan a lo abyecto; mientras que, en la tradición de Bajtín, el exceso se convierte también en una forma de subversión, donde lo grotesco y lo carnavalesco desmantelan las estructuras de poder. Así, la estética del exceso refleja el horror de una realidad desgarradora y actúa como un gesto de resistencia frente a la opresión, al poner en evidencia la fragilidad de los límites sociales y políticos, y abrir una vía para cuestionar las estructuras de poder dominantes.

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