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'No esperes demasiado del fin del mundo'; explotación laboral en el siglo XXI

La película sigue a una asistente de producción que lleva sus capacidades al límite para encontrar al futuro protagonista de una campaña contra los accidentes laborales, exponiendo su propia integridad para cumplir con su trabajo.

'No esperes demasiado del fin del mundo'; explotación laboral en el siglo XXI

'No esperes demasiado del fin del mundo'; explotación laboral en el siglo XXI

RAÚL MORA

El tiempo es un concepto complicado. Tiene una multitud de significados aplicados tanto en lo cotidiano como en lo trascendental. Es algo imperceptible que va rodeando la existencia y que se comporta de una manera misteriosa. Aún con su intangibilidad, el ser humano lo ha tratado de entender a partir de su relación con el espacio y es como lo ha concebido para su uso en la vida diaria. 

La percepción que se tiene de él es una construcción cerebral que se altera según las circunstancias; varía según el acontecimiento o la ausencia de este. Dicha subjetividad en el tiempo ya había sido observada por los antiguos griegos, quienes lo denominaron kairós

Al estar condicionada por lo externo, esta percepción se verá afectada por las maneras en que la sociedad funciona y por cómo las costumbres moldean tanto la idea que cada individuo tiene sobre el tiempo como la de todos sus contemporáneos. 

Si hay un arte donde la relación tiempo-espacio es fundamental, es el cine. Su lenguaje logra la manipulación de esta dupla. Cuando se experimenta más allá, se pueden obtener resultados interesantes y eso es lo que logra en su más reciente largometraje el director Radu Jude. 

No esperes demasiado del fin del mundo (2023) es el undécimo film del cineasta rumano —en su filmografia también se encuentran Sexo desafortunado o porno loco (2021), Aferim (2015) y No me importa si pasamos a la historia como unos bárbaros (2018)—. La cinta, que ganó el Gran Premio en el Festival Internacional de Cine de Locarno, construye una historia sobre la explotación laboral en el siglo XXI a partir de un humor satírico. 

La película sigue a Ángela (una divertidísima Ilinca Manolache) en su extenuante jornada laboral al volante como asistente de producción. La protagonista tiene como encargo realizar entrevistas a extrabajadores para una campaña de prevención de accidentes laborales de una empresa austriaca o, dicho de mejor manera, un comercial para protegerse legalmente cuando un empleado se accidenta en la compañía. 

Durante 125 minutos de los 243 que dura la cinta, acompañamos a Ángela en sus andares por la ciudad de Bucarest, grabando videos de aquellos que se postularon para audicionar y compartir sus historias. El cansancio y el hartazgo de la asistente aumentan a medida que el metraje avanza. Para lidiar con su extenuante jornada, construye un personaje para redes sociales llamado Bobita, a quien da vida con un filtro que la convierte en un hombre calvo y con barba a través del cual emite, cada que puede, críticas exageradas hacia su entorno llenas de conservadurismo irónico. 

El montaje de Catalin Cristutiu genera un diálogo entre la historia de la protagonista y la película Angela Goes On (Bratu,1981). Ambas cintas comparten la premisa de mujeres al volante en Bucarest. Durante varios puntos narrativos de No esperes demasiado del fin del mundo se insertan escenas sacadas directamente de la obra de los ochenta, enlazando acciones similares de los personajes en los dos largometrajes para realizar una comparativa de ambas épocas y mostrar qué tanto ha cambiado la sociedad rumana. 

Aunque existen aspectos que se mantienen —la misoginia, por ejemplo—, también difieren en otros, sobre todo en las prácticas laborales. Por ejemplo, en el filme de 1981 la protagonista llega a su hogar a dormir después de su jornada, mientras que en el otro tiene que tomar siestas intermitentes en la carretera para poder seguir al volante sin quedarse dormida mientras conduce. En la película se muestra una ruta que tiene “más cruces que kilómetros” para dar a conocer que esta práctica no es inofensiva. Así, el director muestra que no sólo se mantienen vicios estructurales, sino que la sociedad contemporánea ha adquirido nuevos en pro del rendimiento. 

En su libro La sociedad del cansancio, el filósofo surcoreano Byung-Chul Han explica que, en el siglo XXI, los individuos ejercen una autoexplotación sobre su propio cuerpo, convirtiéndolo en otro medio más de producción. De esta manera, se presionan a sí mismos con conceptos como la efectividad y la eficiencia. Esto deriva en una alteración sobre la percepción del tiempo, creando una obsesión por lograr la mayor cantidad de actividades en el menor tiempo posible, priorizando el aumento de la velocidad de la vida y buscando satisfacciones cada vez más inmediatas. 

Ángela es miembro de esta “sociedad del rendimiento” (como la nombra Han); aún consciente de sus límites, los sobrepasa. El sistema en que trabaja está estructurado de tal manera que ella sabe que tiene que obedecer a las presiones de sus superiores, aunque no sean justas ni legales. 

La válvula de escape de la protagonista es el uso de redes sociales. Algo tan fugaz como grabar un TikTok le brinda la fuerza necesaria para olvidarse de su cansancio por un momento y continuar. Es porque en línea adopta una personalidad diferente que expresa todo de una manera directa. Aunque ese personaje no mantenga los mismos valores que ella, es su manera de expresar el enojo reprimido. Así crea un reflejo virtual que pareciera tener mayor libertad. Quizá es lo mismo que refleja la anécdota contada por la protagonista sobre un actor porno que para poder excitarse en una escena, necesitaba entrar al sitio web para el que estaba grabando. Tal vez le parecía más auténtico el reflejo virtual que el real. 

Para presentar la alienación de la protagonista de una forma efectiva y con pocos recursos, Radu Jude plantea planos de larga duración para contemplar sus reacciones y que el ritmo pausado lleve al espectador a experimentar lo mismo que ella: la sensación de dirigirse hacia un lugar sin saber qué tanto falta para llegar y que, a pesar de estar avanzando, pareciera que no pasa nada. Esto lo podemos relacionar con Esculpir el tiempo, del director ruso Andrei Tarkovsky, donde menciona que el ritmo lo plantea la duración del plano, no el corte del montaje. 

No esperes demasiado del fin del mundo es una antítesis del cine actual, también infectado por la necesidad de velocidad reinante en la sociedad actual, y que cada vez presenta más productos formulaicos carentes de complejidad, como el cine de Disney, y donde los planos son cada vez más cortos, como en la película Todo en todas partes al mismo tiempo (Daniel Scheinert y Dan Kwan, 2022). De esta manera, a partir de la forma cinematográfica de su metraje, Jude hace una declaración contra lo que también denuncia en su historia. 

La estructura sociopolítica de Rumania tiene ciertas similitudes con México. En la anterior película de Jude, Sexo desafortunado o porno loco, algunas escenas en las calles de Bucarest fácilmente pueden confundirse con las de nuestro país. Rumania también viene de un régimen del cual le cuesta liberarse, porque está infiltrado en los nuevos gobiernos. En cuanto al sector privado, comparte la práctica de sobrepasar —sin pago de horas extra— las jornadas laborales establecidas para los trabajadores de los escalones más bajos de la empresa, mientras sus superiores están más ocupados lamiendo los zapatos de clientes extranjeros sin importarles los retos que deben sobrevivir sus empleados. 

Con sus casi tres horas de duración, No esperes demasiado del fin del mundo es una tesis sobre la alienación que viven los trabajadores del siglo XXI, una época en que prevalece la necesidad de acelerar nuestra concepción del tiempo en virtud de la productividad individual, sobreponiendo ese rendimiento a la vida misma. Controlar el tiempo se vuelve absurdo cuando ya se está perdiendo el control de nuestra libertad.

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Escrito en: Raúl Mora No esperes demasiado del fin del mundo Radu Jude cine independiente cine indie explotación laboral sociedad del cansancio Rumania Bucarest

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