Pequeñas empresas
Se espera que el Congreso empiece a discutir una nueva reforma laboral que reduciría la máxima jornada semanal de 48 a 40 horas. No hay duda de que será una reforma popular, de esas que compran votos para los políticos. ¿Quién no quiere trabajar menos horas por el mismo sueldo? A la mayoría de las medianas y grandes empresas del país esto no les representará gran problema, pero para las pequeñas el golpe puede ser brutal.
Las pequeñas empresas han sufrido ya bastantes dificultades en los últimos años por una serie de políticas gubernamentales. El aumento al salario mínimo ha sido de 135 por ciento desde 2018; las empresas grandes pagan más, pero las pequeñas tienen más trabajadores con el mínimo. Les ha afectado también la duplicación del número de días de vacaciones, de seis a 12 en el primer año de contrato. Enfrentan problemas por los impuestos sobre las nóminas, un gravamen cuyo propósito parece ser castigar la creación de empleos. En la Ciudad de México en este 2025 se elevó este impuesto de 3 a 4 por ciento, un incremento de 33 por ciento. No sorprende que el 54 por ciento de las personas con actividades productivas laboren en la economía informal.
Mucha gente no se da cuenta del impacto que estas medidas tienen en las empresas pequeñas, pero tampoco de cuántas resultan afectadas. Cuando se habla de aplicar regulaciones e impuestos a las empresas es común que se piense que solo afectan a las grandes corporaciones, pero estas son una minoría muy pequeña. Según el censo económico del INEGI, el 95 por ciento de las empresas mexicanas, tienen entre cero y 10 personas ocupadas; el gobierno las clasifica como “micros”. Las empresas pequeñas cuentan con entre 11 y 50 empleados, y representan apenas el 4 por ciento del total. Las medianas, con 51 a 250 empleados, son el 0.8 por ciento. Las grandes, que en nuestro país son las que tienen más de 250 empleados, apenas llegan al 0.2 por ciento.
Las grandes empresas son mucho más productivas. Si bien representan solo el 0.2 por ciento del total, ocupan al 31.6 por ciento de los trabajadores y obtienen el 47.8 por ciento de los ingresos. Las micros, pequeñas y medianas dan trabajo al 68.4 por ciento de los empleados y reciben el 52.2 por ciento de los ingresos.
Las pequeñas empresas no crecerán por arte de magia ni por subsidios. Los programas de “apoyo” a las “PYMES” no sirven más que para enriquecer a los parientes y amigos de los políticos en el poder. Lo que necesitan es un mercado abierto y equitativo, y no tener que soportar cargas excesivas de trámites burocráticos o impuestos.
Los aumentos al salario mínimo, la duplicación de las vacaciones obligatorias, los impuestos a la nómina o la reducción de la jornada laboral de 48 a 40 horas semanales son medidas que buscan beneficiar a los políticos que las proponen. No afectan a las grandes empresas, pero su impacto real es muy fuerte y negativo para las pequeñas empresas.
A los políticos no les importa porque tienen asegurados sus ingresos, que vienen de los impuestos de los demás. Su prioridad es conseguir votos para seguir ocupando cargos públicos, que no solo les dan un buen sueldo, sino que les generan oportunidades para beneficiarse de la corrupción que surge del poder.
La economía, sin embargo, es un sistema complejo en el que cada medida que genera ingresos para algunos produce costos para los demás. Si se aumentan los sueldos mínimos y las vacaciones, si se reduce la jornada laboral, la consecuencia puede ser una mayor mortandad de empresas pequeñas, pero esto afecta a millones que trabajan para ellas.