
Convergence (1952), Jackson Pollock.
Durante la primera mitad del siglo XX, el arte europeo tuvo un desarrollo vertiginoso. Las vanguardias se sucedieron con pequeños intervalos de tiempo entre una y otra: fauvismo, expresionismo, cubismo, futurismo, dadaísmo, surrealismo y un largo etcétera, dieron muestra de las poderosas y variadas expresiones de los jóvenes artistas del viejo continente. Francia era la capital del arte. Hacia ella llegaban artistas de todo el mundo, incluyendo América, con la esperanza de encontrar su lugar en ese mundo. En la bohemia de Montparnasse, por poner un ejemplo, convivieron Diego Rivera, Picasso, Soutin, Modigliani, entre otros. Mientras tanto, Estados Unidos, con su economía en auge, estaba atento a estos movimientos artísticos europeos.
Es interesante señalar que la primera vanguardia americana de repercusión internacional fue el muralismo mexicano. Con todo y su politización, supo regenerar el panorama artístico nacional, consolidando una simbiosis entre el pasado indígena, el arte popular y la herencia europea.
La obra de los muralistas tendría repercusiones incluso en nuestro vecino del norte. Hacia allá sería llamado Rivera para realizar un gran número de murales, entre los que destacan los de Detroit y San Francisco, pero sobre todo el malogrado del Rockefeller Center: El hombre controlador del universo, destruido antes de ser terminado por las desavenencias políticas e ideológicas entre el artista y su mecenas, aunque después dicho mural se reprodujera en Palacio de Bellas Artes a instancias de Lázaro Cárdenas.
En Estados Unidos también pintaron José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, el cual sufriría la censura de obras como América Tropical, mural blanqueado y posteriormente restaurado.
Es importante mencionar el paso de los tres grandes del muralismo porque fueron de gran influencia para algunos sectores del arte estadounidense. De hecho, Jackson Pollock, célebre figura del expresionismo abstracto, declaró la profunda impresión que le causaba el arte de Orozco. Además asistió a un taller experimental realizado por Siqueiros en Nueva York, donde el mexicano mostraría sus logros con las pinturas industriales como las lacas automotrices y las piroxilinas, que a menudo utilizó con su técnica del accidente dirigido. A decir de algunos estudiosos, dicha técnica influiría en el dripping de Pollock, aunque este llegó a negar la influencia de Siqueiros, señalando que su estilo abrevaba de los indígenas americanos.
ENTREGUERRAS Y POSGUERRA
El estallido y desarrollo de las dos Guerras Mundiales afectó duramente a los países europeos. Las economías colapsaron y los ánimos se tornaron sombríos. El periodo de entreguerras gestó, entre otros movimietos, al dadá y al surrealismo, ambos de carácter contestarario o evasivo de la nueva realidad tras los horrores de la guerra, desapareciendo así el optimismo del arte. Sin embargo, en esta época la economía norteamericana se afianzaba y veía con interés a las vanguardias europeas.
En 1913 se dio el mítico Armory Show en Nueva York, que mostró más de mil 250 pinturas, esculturas y obras decorativas de poco más de 300 artistas, de los cuales un tercio eran europeos y el resto estadounidenses. Las obras iban desde Goya hasta Duchamp y Kandinsky, con ejemplos destacados del impresionismo, el simbolismo, posimpresionismo, cubismo y fauvismo. La exhibición mostró al público un panorama muy completo de las vanguardias del viejo continenente, que inyectó nueva savia al arte norteameriacano enfrascado en lo académico, impulsando así la experimentación de los artistas más jóvenes y desarrollando además un coleccionismo vigoroso por parte de la burguesía estadounidense.
En 1929 se fundó el Museo de Arte Moderno de Nueva York, que se convertiría en un impulsor trasecendental del arte del país, especialmente con su política de adquisión de arte contemporáneo y entrega de premios. Esto, aunado al continuo desarrollo del colecionismo una vez superada la Gran Depresión, cambió el foco del arte de París a Nueva York.
En el marco de este panorama propicio para la creación, se gestó la primera gran vanguardia del arte norteamericano tras el término de la Segunda Guerra Mundial: el expresionismo abstracto, cuyos exponentes compartían la necesidad de expresarse a través del acto dinámico y espontáneo de pintar, donde la inmediatez de los trazos transmitiera al espectador los sentimientos y motivaciones del artista. De esta escuela sobresale la figura de Jackson Pollock, el artista norteamericano por excelencia.
EL ASCENSO DE POLLOCK
Pollock comenzó pintando lienzos vigorosos con colores brillantes, influido por el cubismo y por el muralismo mexicano, explorando lo mágico y lo primitivo, hurgando en los ritos y símbolos de los pueblos originarios norteamericanos. Esto se puede apreciar en obras como La Loba, Pasifae o Nacimiento.
Un personaje determinante para la escena artística de Nueva York en general —y para Pollock en particular— fue Peggy Guggenheim, que en 1942 abrió la galería Art of this Century, donde exhibía obras de las vanguardias europeas con énfasis en el surrealismo. En 1943, ella estaba en búsqueda de nuevos talentos para su galería y lanzó una convocatoria en la revista Art Digest dirigida a artistas estadounidenses menores de 38 años, cuya obra podría exponerse en el Salón de Primavera, previa elección a través de un jurado. Pollock presentó Figura estenográfica, que no fue del agrado de Peggy, pero Mondrian, que era miembro del jurado, vio en ella la chispa de la genialidad y fue incluida en la exposición. La pintura tuvo un gran éxito entre la crítica.
Un tema muy discutido es hasta qué punto fue influenciado Pollock por Siqueiros. El muralista mexicano lo introdujo en el manejo de la pintura líquida en aquel taller en Nueva York. De ahí en adelante, el estadounidense iría desarrollando su técnica a la que finalmente se le denominaría action painting, donde salpicaba el lienzo con una resina sintética llamada barniz alkyd, dotándolo de una nueva dimensión expresiva.
Pollock dejó el pincel a un lado para derramar directamente la pintura sobre el lienzo en el piso en un acto performático, dinámico, lúdico, poseído en una especie de trance creativo, buscando el balance perfecto entre colores y composición. El artista declaraba que había dejado de bocetar su obra. Señalaba que prefería una pintura directa donde pudiera expresar sus sentimientos más que representarlos o ilustrarlos. De tal manera desaparecieron los títulos de sus obras, numerándolas solamente como parte del nuevo rumbo a donde llevaba su arte.
Las pinturas más famosas y apreciadas de Pollock fueron realizadas dentro de este periodo denominado dripping —término anglosajón que significa “goteo”— entre 1947 y 1952, donde su fama en ascenso hizo preguntarse a la revista Life: ¿era acaso el pintor vivo más importante de Norteamérica?
Su obra ampliamente demandada por los colecionistas lo llevó a un gran éxito profesional que no supo equilibrar con su creciente alcoholismo. Su temprana muerte en un accidente automovilístico a los 44 años, bajo influjo del alcohol, aumentó su fama y mito, dejando una obra poderosa que impactaría en las generaciones posteriores y que abriría nuevos caminos para ver y contemplar el arte.