
Suspender el tiempo
¿Qué es una cápsula del tiempo sino un intento de suspender el tiempo? Nos han dicho que es indestructible y, sin embargo, a menudo tenemos la tentación de congelarlo, quitarle su capacidad de convertir el pasado en olvido.
En 2013, a iniciativa de Macarita Elizondo, consejera del entonces Instituto Federal Electoral, se depositó en el Archivo General de la Nación una cápsula del tiempo con todo lo logrado en materia de derechos políticos para las mujeres. Mi libro Votar y ser electas. Historia de un derecho a medias forma parte de esa cápsula.
Los avances alcanzados en esta última década hicieron necesario actualizar esa información y, con tal fin, la consejera Claudia Zavala impulsó la creación de la Urna Conmemorativa, que abrió el Instituto Nacional Electoral el 8 de marzo.
El más reciente libro que escribí en coautoría con Teresa Hevia, El deber de la memoria. Del derecho al voto a la paridad en todo fue seleccionado para formar parte de ese proyecto.
Ambos recipientes podrán ser reabiertos en 2053, cuando se conmemore el primer centenario del voto de las mujeres en México.
Cuando recibí la noticia de semejante distinción, pensé en las palabras de Irene Vallejo, quien en su ensayo El infinito en un junco, escribe que cuando se inventó el alfabeto, el acto de escribir alargaba la vida de la memoria, impedía que el pasado se disolviera para siempre.
Esa misma es la intención de la cápsula del tiempo y de la urna conmemorativa. Suspender el tiempo, alargar la memoria, vacunarnos contra el olvido, impedir que el pasado se disuelva para siempre.
Sé bien que estos esfuerzos pueden fenecer bajo el implacable peso de lo burocrático que puede ser más corrosivo que el tiempo (no sé dónde quedó, a mí nadie me lo entregó…).
Sé, también, que distintas catástrofes pueden borrar nuestro esfuerzo: terremotos, incendios, inundaciones. Sin embargo, nada me quita la alegría y el ánimo que me produce.
Primero porque, como bien narra Irene Vallejo, el libro ha superado la prueba del tiempo y persiste cuando muchas de las tecnologías que anunciaron el entierro de los libros ya son obsoletas. ¿Recuerdan los casetes, disquetes, el VHS?
Y, segundo, porque todo lo contenido en la cápsula y en la urna pretende tender un puente de comunicación vital con las mujeres de 2053.
Imagino dos escenarios opuestos.
Si en el centenario del voto de las mujeres mexicanas la paridad ya echó raíces y se ha vuelto una costumbre que las mujeres ocupen la mitad del poder en todos los ámbitos, sabrán que hubo una vez en que eso sólo era un sueño y que muchas trabajamos muy duro para hacerlo realidad. Se sentirán legítimas herederas.
Pero si para 2053, la supremacía masculina retomó el poder, se deshizo de la paridad y con ella de otros derechos, las mujeres que se topen con nuestro mensaje sabrán que hubo una vez que comenzamos sin más que una utopía; que persistimos, resistimos e insistimos; que con alianzas y estrategias conseguimos la paridad. Y sobre todo sabrán que si lo hicimos una vez, ellas lo podrán hacer de nuevo.