Trump, otra vez
Donald Trump asumirá la presidencia de los Estados Unidos este próximo 20 de enero. Será, no cabe duda, un presidente agresivo que concentre tanto poder como lo permitan las instituciones de su país. Llegará a su nuevo mandato envuelto en controversia, como la primera vez, pero hoy conoce mejor los recovecos del poder y podrá ser más eficaz y contundente en la aplicación de sus decisiones.
Trump ha prometido imponer aranceles, esto es, impuestos a las importaciones, tanto a amigos como a enemigos. En el caso de México, ha amenazado con aplicar un impuesto de 25 por ciento a nuestros productos si el gobierno mexicano no detiene el flujo de inmigrantes ilegales que entran a los Estados Unidos por nuestra frontera común.
Esa medida sería violatoria del tratado comercial entre México, Estados Unidos y Canadá, pero Trump es uno de esos gobernantes contemporáneos que considera que los tribunales no le deben salir “con el cuento de que la ley es la ley”. Por otra parte, siempre podrá argumentar que México ha violado primero el T-MEC, con sus leyes para prohibir el maíz genéticamente modificado y con la restauración de los monopolios de Pemex y la Comisión Federal de Electricidad.
Del lado positivo, Trump ha propuesto una reducción importante al impuesto corporativo de Estados Unidos. Cuando fue presidente en 2016-2020 bajó este gravamen de 39 por ciento, uno de los más altos del mundo, a 25 por ciento y generó una fuerte repatriación de capitales y nueva inversión. Hizo posible así un repunte económico que solo se detuvo con el inicio de la pandemia, pero que se reanudó después.
Para su nuevo gobierno, Trump promete bajar el impuesto corporativo de 25 a 15 por ciento, que sería uno de los más bajos del mundo, cercano al de Irlanda. Esta disminución tiene riesgos, en parte porque Estados Unidos registra ya un déficit de presupuesto muy alto, pero lo más probable es que produzca un aumento importante en la inversión productiva y en el crecimiento económico del país. México se vería beneficiado, porque Estados Unidos es nuestro principal socio comercial, pero no lograremos aprovechar el auge si Trump impone aranceles a México que en términos prácticos pongan fin al T-MEC.
Ahora bien, los beneficios de una disminución en el impuesto corporativo en Estados Unidos se verían nulificados si Trump mantiene sus promesas proteccionistas y empieza a cobrar nuevos aranceles, no solo a México, sino a Canadá, China y los países de Europa. Una de las razones por las que el mundo logró un período sin precedentes de crecimiento económico después del fin de la Segunda Guerra Mundial fue porque se creó un sistema abierto de comercio internacional. Este ha ayudado a todas las naciones que han participado en el sistema. El despegue económico de China y la India ha sido consecuencia del comercio internacional, pero también el comercio ha permitido el auge que ha llevado a las naciones industrializadas a gozar de su mayor prosperidad en la historia.
La experiencia nos dice, sin embargo, lo que puede suceder si estalla una nueva guerra comercial en el mundo. En los años treinta sufrimos una gran depresión que afectó a toda la economía mundial como producto de los aranceles que empezó a aplicar Estados Unidos con la ley Smoot-Hawley de 1930. Otros países respondieron con aranceles de represalia y juntos provocaron un desplome del comercio internacional y de la economía mundial.
A pesar de ser empresario, Trump nunca ha entendido que el sistema de libre comercio beneficia a todos los participantes. El proteccionismo que defiende puede dañar el comercio y empobrecer a los habitantes de todos los países del mundo, empezando por los estadounidenses. Ese será el mayor riesgo de la segunda presidencia de Donald Trump.