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¿Cómo trabajar la autoaceptación?, pieza clave para el bienestar personal

El trabajo de aceptarse a uno mismo es un proceso de reflexión que implica un amplio compromiso para cuestionar desde cómo nos hablamos, hasta cuánto influye cómo nos perciben las personas que nos rodean

¿Cómo trabajar la autoaceptación?, pieza clave para el bienestar personal

¿Cómo trabajar la autoaceptación?, pieza clave para el bienestar personal

MAYRA FRANCO ROSALES

Mucho se habla de cómo la falta de amor propio afecta la autoestima y, a su vez, las relaciones interpersonales del ser humano. Esto se respalda con la proliferación de películas, series, libros y terapias holísticas que toman este tema como eje central para hablar del “impacto positivo” de aceptarse a uno mismo.

Sin embargo, ¿amarse a uno mismo basta para sentirse pleno?, ¿este proceso se da de forma natural? Para Iván Hernandez Anaya, psicoterapeuta y profesor universitario, la autoaceptación “es parte del desarrollo de toda persona y es parte fundamental para encontrar un sentido a nuestra vida y nuestra existencia”.

En la investigación Auto-aceptación como factor de riesgo para el intento de suicidio en adolescentes, las autoras Marcela González-Fuentes y Patricia Andrade resaltan que la autoaceptación empezó a ser estudiada por la académica y psicóloga estadounidense Carol Ryff hace más de dos décadas.

A nivel conceptual, Ryff la definió como una parte fundamental de la salud mental, ampliamente ligada a la madurez, mientras que a nivel operacional, la definió como “una actitud positiva hacia el self, en donde la persona se acepta a sí misma totalmente, asumiendo tanto sus características positivas como negativas, valorando todas sus experiencias pasadas”.

No obstante, este acto no sucede repentinamente o sólo porque uno decide aceptarse a sí mismo y ya. Suele ser un proceso acompañado de cuestionamientos y autorreflexiones que pueden ser dolorosos, ya que implica una evaluación de nuestra autopercepción y autoestima.

En el episodio 256 de Marco: El podcast, la psicoterapeuta con maestría en terapia familiar y máster en programación neurolingüística, Nilda Chiaraviglio, habla de que “no existe autoestima si no existe aceptación de la autoimagen”. Y define esta última palabra como la manera en que uno se ve a sí mismo y cómo se formó esa percepción.

La autoimagen es cómo me veo yo cuando me miro al espejo y con los ojos de quién me miro. Tengo que saber cómo me miraba mi mamá, qué me decía: ‘tú eres gorda, flaca, alta, baja, linda, inteligente...’ Las personas que hacen el maternaje y el paternaje nos dicen cosas y los demás familiares también y uno se lo va creyendo. Si tanta gente te dice cosas, uno se va creyendo lo que la gente dice de ti. 

Los seres humanos somos individuos sociales, nos construimos hacia adentro. Pero eso que construimos lo validamos a través de la mirada de todos los que nos miran. Entonces, lo que los otros nos devuelven de lo que nosotros hacemos es una especie de valuación de nosotros. No de lo que hacemos, sino de nuestro ser”, explica Chiaraviglio.

Aunque se hable de que tener una alta autoestima y autoaceptación es un trabajo intrínseco e individual, la realidad es que el contexto “influye totalmente”, como ahonda Hernández Anaya:

En el psicoanálisis se habla de conceptos que nos ayudan a dar luz a esta interacción e influencia del contexto en la autoaceptación. Primero hablamos de un Ideal del Yo y de un Yo ideal, que aunque son parecidos en sus conceptualización y parecieran un juego de palabras, lo que generan en su contraste es justo una mediación entre las demandas que el contexto -llámese, padres, escuela, trabajo, pareja, cultura- tiene de nosotros, y lo que nosotros tenemos como propio ideal. Ambos, en muchos de los casos, pueden ir en caminos totalmente distintos, y es tan fuerte la influencia del contexto y la cultura, que nos puede hacer dudar de lo que deseamos y necesitamos, lo que nos lleva, en algunos casos, a menospreciar eso que sentimos que somos. O, en caso contrario, a reforzar nuestra propia aceptación si encontramos congruencia entre esas dos fuerzas”.

Es importante cuestionarse si los deseos profesionales y personales que se tienen y por los que se trabaja diariamente, son realmente producto de los intereses individuales y no de las exigencias familiares o del propio contexto.

La autoaceptación como un paso hacia la autorrealización

En 1943, el psicólogo humanista Abraham Maslow, formuló una teoría psicológica que plasmó en su obra Una teoría sobre la motivación humana, que se conoce como “la pirámide de Maslow”.

Esta pirámide, organizada en forma de jerarquía, expone cinco niveles que representan diferentes categorías de necesidades que todo ser humano tiene y en la cual se espera el ser humano avance con el tiempo, sus experiencias y el trabajo individual que realice.

Estos niveles, de la base a la cima, son: Necesidades fisiológicas, necesidades de seguridad, necesidades sociales o de afiliación, necesidades de estima y las necesidades de autorrealización.

En el penúltimo peldaño hacia la autorrealización, que representa el nivel más alto y contempla el desarrollo personal, la creatividad, la búsqueda del conocimiento y el cumplimiento del potencial individual, se ubicaría la autoaceptación.

Cuando las personas se aceptan a sí mismas, son capaces de reconocer y valorar sus propias cualidades, logros y peculiaridades sin depender excesivamente de la aprobación externa. Sin embargo, este proceso tampoco es fácil.

El ejercicio de autoobservación y de autocrítica es complicado. Por un lado, el encontrar defectos en tu propia persona implica una herida narcisista en la que tienes que aceptar que tu modo de actuar hasta el momento necesita rectificación, por ello podemos encontrar fácilmente defectos o características positivas en los otros. Sin embargo, en nosotros es difícil, por un lado, encontrar nuestros errores, y por otro, reconocer las propias cualidades, porque ese ejercicio implica un reconocimiento de todos los aspectos de sí, incluso algunos que como personas pudiéramos estar evitando”, explica Iván Hernández.

Como la autoaceptación también está vinculada a la autorrealización, ya que aceptarse a uno mismo es un paso importante para alcanzar el máximo potencial personal, aquellos que luchan con la autoaceptación pueden enfrentar dificultades en la búsqueda de la autorrealización, ya que la negación o la falta de aceptación de aspectos personales puede actuar como un obstáculo para el crecimiento y el desarrollo.

Ante la pregunta de si se puede vivir en bienestar sin lograr la autoaceptación, Hernández Anaya responde que “definitivamente no”.

Una necesidad personal es el reconocimiento de sí y en ese reconocimiento es necesario dar valía, amor y aceptación a lo que se reconoce. El rechazo a la propia persona nos puede aislar o llevar a relaciones conflictivas, puesto que todo lo que hagamos estará matizado por nuestro propio rechazo a lo que somos y lo que podemos generar”.

Las palabras destruyen y construyen”

Prisma Peralta, terapeuta y neuropsicóloga, expone que la manera en que una persona se habla a sí misma impacta ampliamente en su función cerebral, teniendo resultados positivos en la autoestima y la autopercepción.

Las palabras pueden destruir o construir. Antes de que nosotros pudiéramos hablar o tener un autoconcepto propio o una autoimagen o autoestima, fuimos construyendo eso en base a las opiniones de otras personas, principalmente de nuestra familia, y muchas veces las vamos replicando. Pero eso lo podemos cambiar evitando los mensajes de doble vínculo y construir un filtro.

Esto es como cuando yo te digo ‘qué bonita te ves’, pero mi tono dice todo lo contrario. Entonces, el área del lóbulo temporal de nuestro cerebro, el área de Brodmann, no sabe qué interpretar, si tu lenguaje del habla o tu lenguaje corporal, porque los dos expresan y nos podemos quedar con un mensaje erróneo”, explica Peralta.

Cuidar y observar la manera en que nos hablamos es una actividad relevante en el camino hacia la autoaceptación, ya que implica un cambio intrínseco que se ve reflejado en el exterior.

Por ejemplo, si todo el tiempo me digo que estoy feo, que todo me sale mal, le estoy dando un mensaje a mi cerebro, que obviamente va a influir en mi autoestima. Tampoco se trata de mentir y decirnos algo que no somos, es más bien cuidar lo negativo que te dices y tratar de cambiarlo. No es lo mismo decir, ‘estoy muy gordo’, a decir ‘creo que tengo que empezar a cuidar mi alimentación’. Cuando me digo que estoy gordo, estoy haciendo una crítica a mí mismo, y esa crítica al final del día puede repercutir en mí”, asegura la neuropsicóloga.

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