El asma y la obesidad
El asma es una enfermedad mental, no física. Pese a que haya personas que creen que el asma se desencadena por estrés, dado a que situaciones en el que se genera una alta tensión puede provocar síntomas que sean parecidos, lo cierto es que el asma es un padecimiento físico.
Sucede cuando hay un desorden inflamatorio crónico en las vías aéreas, que originan episodios recurrentes de tos, sibilancias, dificultad respiratoria y sensación de opresión torácica. Los síntomas se asocian con una obstrucción bronquial, que es a menudo reversible espontáneamente o con el tratamiento.
Hay relación entre el asma y la obesidad
De acuerdo al estudio “Relación de la obesidad con el asma y la función pulmonar”, de Blanca Estela del Río Navarro, “existe una correlación positiva entre el índice de masa corporal y el asma; el riesgo de padecer asma aumenta con el incremento de la masa corporal. La probabilidad de desarrollar asma de un escolar obeso puede ser hasta de 50 por ciento”. Se consideran también que las personas con obesidad tienen hasta tres veces mayores probabilidades de desarrollar asma.
La obesidad vuelve más difícil respirar
Esta condición puede generar diversas complicaciones, como disnea al ejercicio, aumento de esfuerzo respiratorio y alteraciones de la capacidad pulmonar. A primera vista, estos parecen síntomas de asma, aunque no lo sean.
De acuerdo al artículo citado con anterioridad, “la gran cantidad de trabajo que cuesta mover un cuerpo obeso, más la disminución de la distendibilidad de la pared torácica por la infiltración de grasa en los músculos accesorios de la respiración, llevan a una sensación subjetiva de disnea. Esta ‘batalla para respirar’ puede ocasionar debilidad en los músculos respiratorios y disminuir la presión inspiratoria máxima a diferencia de sujetos no obesos”. A su vez, esto hace entendible la poca tolerancia al ejercicio.
Se da igual entre hombres y mujeres
El estudio de Estela del Río arguye que la relación entre asma y obesidad es mayor en mujeres que han pasado la pubertad.
La genética influye
De acuerdo al artículo “Asma, obesidad y dieta”, “es conocido que el pleomorfimo genético permite a los genes desarrollar varios efectos, por lo que es biológicamente posible plantear que ciertos genes que están relacionados con una determinada enfermedad también podrían relacionarse con otra. Se han identificado regiones específicas del genoma humano que están relacionadas tanto con el asma como con la obesidad, como, por ejemplo, los cromosomas 5q, 6, 11q13 y 12q64.
Pero la genética no es lo único que influye. Los factores hormonales también se deben tomar en cuenta.
El estilo de vida cuenta
A pesar de que haya factores como la genética o las hormonas, no son los únicos que influyen. La actividad física, o por otro lado el sedentarismo, y la mala alimentación, están relacionados tanto con el con la obesidad, así como se cree que sucede lo mismo al momento de aumentar el riesgo de padecer asma.
En el artículo “Asma, obesidad y dieta” se lee que “un posible mecanismo sería el que una actividad física aumentada y un menor sedentarismo podrían disminuir la inflamación sistémica y reducir los niveles de las adipocinas circulantes que influyen tanto en la obesidad como en el asma”.
Además estudios, pero hechos sólo en infantes, “que muestran que los antioxidantes y elementos como el magnesio, selenio y zinc tienen un efecto protector en la prevalencia de la enfermedad y de los síntomas, aunque estos efectos no son siempre consistentes entre unos”.