Desintoxícate del mundo virtual
Con el auge de las redes sociales a comienzos de los años 2000, surgió una nueva manera de conocer e interactuar con las personas, pero también de percibir el mundo y con éste a uno dentro de él. Ver rostros, eventos sociales y vidas ajenas en estos espacios virtuales ofreció un panorama más amplio de lo que viven otros, pero trajo también nuevas inseguridades y algunos padecimientos emocionales.
Esto se debe en gran medida al tiempo que se les invierte. La adicción que redes sociales como el Facebook, Instagram, Twitter y TikTok se genera por diferentes factores y, en su mayoría, afecta a los más jóvenes, sobre todo si previamente hay “inseguridades, aislamiento y poco dominio en las conductas propias”, según la investigación Riesgo de adicción a redes sociales, autoestima y autocontrol en estudiantes de secundaria, de las psicólogas Jania Jaimes, Katherine Challco y Sheila Rodríguez.
Las autoras plantean que la falta de conciencia a la cantidad de horas que se pasa frente a una pantalla representa un problema a nivel humanitario, ya que los seres humanos han adoptado comportamientos obsesivos, ya que además se ha acostumbrado a obtener placer de manera constante. Esto tiene una explicación bioquímica: cada vez que se experimenta satisfacción, el cerebro libera dopamina. Sin embargo, al seguir una filosofía de vida marcada por el capitalismo y la estimulación visual constante, se corre el riesgo de desarrollar poca tolerancia a la falta de placer, por lo que se necesitan cada vez más estímulos digitales para obtener esta sensación.
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Tener una casa siempre desordenada tiene múltiples significados desde la perspectiva psicológica, y estos suelen depender del contexto y de la persona.Autopercepción influenciada por las redes sociales
El uso desmedido de estas plataformas puede provocar en el individuo padecimientos emocionales como la falta de autoestima, ansiedad y depresión. Esto se debe a que “las redes sociales pueden propiciar la distorsión de la autoimagen, al enfocarse en estándares inalcanzables que, en muchas ocasiones, se ambicionan cánones de belleza que se muestran como naturales, pero que distan mucho de serlo, lo que trae por consecuencia relaciones poco genuinas y muy superficiales”, explica el psicoterapeuta y profesor Iván Hernandez Anaya.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la autoestima como un estado integral de bienestar que abarca los aspectos social, físico y psicológico. No se trata únicamente de la ausencia de problemas o enfermedades, sino que implica algo más profundo.
La autoestima, ya sea alta o baja, influye directamente en los logros o fracasos, ya que desempeña un papel clave al brindar seguridad y potenciar el desarrollo de las habilidades. En este contexto, las redes sociales han adquirido un rol significativo en la formación de la autoestima, afectando factores como el autoconcepto, la autoevaluación, la autoaceptación y el autorespeto. Este impacto es especialmente evidente entre los jóvenes, quienes experimentan una disminución en su autoestima debido a plataformas como Instagram. La falta de interacción esperada en publicaciones, como los "likes" o comentarios, puede generar sentimientos negativos hacia sí mismos, incluyendo el rechazo.
Otro elemento que influye en la autoestima, tanto en jóvenes como en adultos, es el número de seguidores. Muchas personas comienzan a valorarse según la cantidad de seguidores que tienen, lo que lleva a quienes tienen menos a cuestionarse e incluso a considerar su apariencia física como un problema que limita su éxito en redes.
“Los adolescentes y también los niños son los más vulnerables en este contexto debido a su desarrollo emocional y cognitivo, por el poco autocontrol que es característico de su etapa de vida, por su necesidad de exploración, adaptación social y sobre todo por la sobre exposición a redes sociales como YouTube y Tik Tok, a las que ahora tienen acceso 24/7 gracias a los dispositivos móviles”, explica Hernández Anaya.
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Un fenómeno común en la actualidad.Otros padecimientos
Las redes sociales tienen como beneficio el conectar con otras personas que se encuentran a la distancia, aprender, encontrar herramientas para el desarrollo personal, familiar, social y laboral, pero es importante tener límites claros en su uso, para evitar el estar “en línea” de manera compulsiva, lo que puede generar una pérdida en el bienestar emocional.
“En las adicciones por el ciclo de dependencia se presentan diversos cambios emocionales como puede ser incremento de ansiedad y estrés, sobre todo cuando la persona no puede acceder al objeto de su adicción. Surgen síntomas de depresión, por la sensación de pérdida de control, aislamientos o por las consecuencias negativas y el deterioro que le genera dicha adicción. En gran parte de los casos la irritabilidad y la agresividad se presenta, sobre todo, en los momentos de abstinencia”, ahonda Iván Hernández.
Aunado a esto, según la revista científico-sanitaria SANUM, diversos estudios recientes han evidenciado una estrecha relación entre el uso de las redes sociales y las alteraciones en el sueño. Las personas que pasan gran parte de su tiempo conectadas a estas plataformas suelen experimentar dificultades para conciliar el sueño, así como despertares muy tempranos. Este problema es particularmente común entre los jóvenes y adolescentes, quienes utilizan aplicaciones móviles antes de dormir como una forma de distracción. Sin embargo, esto frecuentemente provoca que pierdan la noción del tiempo, dedicando muchas horas a las redes sociales sin ser conscientes del impacto negativo que esto tiene en su descanso, al no dormir las horas necesarias para un adecuado reposo.
Además, algunos jóvenes recurren a las redes sociales cuando no logran dormir, buscando aliviar la ansiedad que sienten en esos momentos. Sin embargo, esto puede generar un círculo vicioso: cada vez que enfrentan insomnio, vuelven a las redes, lo que reduce aún más sus horas de sueño y termina causando serios trastornos en su descanso. Este hábito puede derivar en consecuencias graves para la salud.
Como resultado, muchos jóvenes y adolescentes se encuentran agotados debido al tiempo excesivo dedicado a las redes sociales. Estos problemas están aumentando rápidamente, dejando en evidencia el impacto significativo que estas plataformas tienen en el bienestar de la población.
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No dormir lo suficiente acorta la vida, aumenta el riesgo de padecer enfermedades y trastornos, además causa problemas de concentración.En el caso de los más pequeños, el psicoterapeuta Iván Hernández explica que “el niño y el adolescente no se pueden regular por sí mismos, requieren de un adulto que dé esa regulación de forma externa, una figura responsable que establezca horarios de uso, que desactive las notificaciones que también se vuelven fuente de estímulo y dopamina, monitorear el tiempo en pantalla y no utilizar las redes como un sustituto del cuidado, las redes sociales no deben ser un sustituto de actividades significativas en el mundo real”.
El especialista también resalta el impacto que tiene el uso constante de redes sociales en la capacidad de concentración y la productividad de las personas. En estos casos, tiende a disminuir la concentración “por la dinámica de obtención de estímulos constantes. Con los videos cortos acostumbramos a nuestra mente a patrones de 15 segundos para ir al video siguiente, esto nos condiciona y nos genera una reducción en los lapsos de atención que en adultos y adolescentes sanos oscila entre 10 y 20 minutos”.
Límites digitales
Para empezar una desintoxicación digital, dependiendo el caso, será necesaria un enfoque gradual o un corte abrupto. En este sentido, el psicoterapeuta Iván Hernández explica la razón de ambas recomendaciones:
“Un corte abrupto puede ser efectivo para quienes requieren una sensación de cambio completo, para quienes están experimentando una situación de crisis, o quienes buscan resultados rápidos. Esto puede ayudar a tener una conciencia sobre el grado de dependencia, según las reacciones que se desprendan de dicho corte. Sin embargo, puede ser muy evidente el aumento de ansiedad por el cambio y si no hay un seguimiento adecuado, cuando está presente una adicción, existen riesgos de recaídas o el establecer una nueva alternativa poco saludable para el manejo de la ansiedad o que se genere una nueva adicción.
“Lo recomendable siempre será tener un enfoque gradual, donde se pueda reducir el uso de manera paulatina, que permita realizar las actividades indispensables que actualmente la cotidianeidad demanda. Es importante favorecer la adaptación, complementarlo con otros hábitos saludables como hacer ejercicio, tener una buena nutrición y una higiene del sueño adecuada. Esto fortalecerá y fomentará que se encuentren fuentes de satisfacción más adaptativas, lo que reduce el riesgo de recaídas”, explica.